Capítulo 33

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Un largo vestido blanco, muchas flores, invitados, el novio; claro que era todo lo que soñé desde pequeña para el día que decidiera darle el sí para el entonces amor de mi vida, y a pesar de tener todo lo que de pequeña deseé, no quería estar aquí. Mientras estaba de pie en la pequeña habitación, unas tres chicas me rodeaban mientras arreglaban mi aspecto y decían lo bella y suertuda que era, ignorando las lágrimas que rodaban por mis mejillas. Estaba terminando de prepararme para la boda, y Ares, no llegó. Y esta vez no lo culpaba, ni estaba molesta con él, esta vez entendí que Ares no siempre podía salvarme.

Escuchaba cómo los invitados parloteaban entre sí, disfrutando de la fiesta. ¿Es que todos ignoraban la farsa que era esto? En unos minutos debía salir y hacer frente a mi futuro. Un futuro que no elegí, y del cual no me dieron opción para tomar posesión de él. No era mi destino, era el que un grupo había decidido era el mejor. Un grupo que se cree con derecho de tomar riendas sobre las vidas ajenas.

Una de las chicas me avisó que debía salir. Inició el final de esta historia de amor. La acompañé un poco forzada, me comunicó que antes de llegar al salón donde se celebraría la boda, debía ir a saludar a algunas personas. No sé por qué, pero algo me decía que debía hacer lo posible por retrasar aquella ceremonia. Y eso hice. Me disculpé con la chica alegando que debía ir al baño.

Una media hora más o menos hice en tiempo, hasta que la chica que me acompañaba se cansó de mis excusas y me obligó a seguirla hasta la puerta del gran salón. Nuevamente arreglaron mi traje, y a la par de la música que sonaba, la puerta fue abierta. Todos los presentes se giraron hacia mí, ¿quiénes eran estas personas? Todos me miraban y sonreían, fingiendo que todo estaba bien, yo ya estaba cansada de fingir. Un pequeño empujón me obligó a caminar, empecé la famosa marcha nupcial, y a cada paso, una lágrima salía de mis ojos. A nadie le importaba, y a mí tampoco. Hefesto se encontraba en el altar, completamente serio. De un momento a otro, mi marcha se ralentizó aún más. Los murmullos iniciaron, no tenía escapatoria por más que lo pensara. Hefesto me miraba esperando qué iba a hacer, pero solo volví a caminar nuevamente. Al llegar completamente a su lado, lo miré con odio. Esa era la mirada que le daría todos los días de mi vida después de hoy. Tal vez algún día se cansaba y acababa con mi vida, que para ese entonces estaría destruida.

—El día de hoy estamos aquí reunidos, para oficiar la Unión entre dos de nuestros dioses. Afrodita y Hefesto. Quienes unirán sus vidas bajo el amor y la satisfacción de que Afrodita, servirá correctamente bajo sus funciones de esposa. —maldito perro machista—. A pesar de que los aquí presentes no pudieron esperar más para declarar su amor ante todos nosotros, hoy les daremos el placer de poder por fin declararse como marido y mujer. Por favor, todos de pie para escuchar los votos.

Los presentes se pusieron de pie para escuchar las próximas mentiras. Digo, los votos. Hefesto empezó a hablar.

—Kala, prometo amarte y respetarte. Serte fiel —reí, llamando la atención de los presentes—. Y cuidarte siempre y cuando me cumplas como una buena esposa. —algunos aplaudieron el estúpido verso que acababa de recitar.

—¿Ya terminaste? Pues gracias. Pero yo no tengo nada que decir. —emití tranquilamente. No iban a domarme, no más—. ¿Quiere seguir o qué? —dije dirigiéndome al señor que estaba oficiando la boda.

—Bueno, al parecer nuestra novia está tan emocionada que se quedó sin palabras. —intentó bromear el señor.

—No, solo n-

—Kala, basta. —me interrumpió Hefesto—. Prosiga. —dijo en dirección al otro hombre.

—Bien. Hefesto, ¿Juras amar, respetar y servir a Kala como un buen esposo hasta la eternidad? —preguntó a Hefesto. Di que no, di que no...

—Acepto.

No puede ser.

—Y tú, Kala, ¿aceptas a Hefesto como tu esposo para servirle, serle fiel, respetarlo hasta la eternidad? —todas las miradas sobre mí esperando mi respuesta.

—Yo... —Hefesto me miraba molesto—. Yo.... N-

Fui interrumpida por el ruido que procedía de la entrada. Sonreí fuertemente mientras los demás no sabían qué pasaba. Ares. Las puertas fueron abiertas de par en par revelando al dueño de mis sueños, pude notar algunas marcas y cicatrices por su cuerpo, lo que revela que estuvo peleando. Peleó por mí. Mi sonrisa creció cuando sus ojos me encontraron.

—Lamento informarles que, esta boda no va a poder terminar porque yo, Ares, el dios de la guerra, vine por mi mujer. —empezó a caminar entre la multitud que lo miraba con temor, iba a correr hacia él, pero alguien me tomó del brazo, el frío de un cuchillo en mi cuello. El señor que ofició la boda me sostenía con fuerza mientras mantenía el cuchillo en mi cuello.

Esto iba a terminar de forma trágica.

ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora