Capítulo 18

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El día de ayer pasó bastante rápido. Al salir del templo de Zeus confirmé que el enojo de Hefesto hacia mí era claramente por la petición de Zeus. Ares vino a verme en la noche y no pude evitar la emoción al contarle que vería a mi padre. Él simplemente me miraba maravillado mientras yo parloteaba sin cesar sobre mi ida a Londres al día siguiente, sí, porque no quería esperar más tiempo. Ares optó por no quedarse a dormir porque al día siguiente debía despertar muy temprano, y luego de una extensa sesión de besos, se marchó. Alala me había hecho llegar algunos dólares con Ares, para que pudiera llegar a casa desde casa del abuelo.

Al despertar, mi cuerpo se encontraba más activo que nunca, y es que saber que volveré a ver a mi padre y a Mika, no tenía precio. Hefesto no me dirigió la palabra al salir de casa, Elektra me acompañó hasta Entrión, por orden de Hefesto, sin embargo no me molestaba su compañía. Habíamos hablado un poco sobre Londres y ella entusiasmada me decía lo mucho que le gustaría ir, tal vez la llevaría algún día cuando todo esto se arreglara. 

Ya en Entrión, Elektra se despidió de mí y me deseo suerte, para luego irse. Activé mi preciada esfera y me adentré al túnel que tanto extrañaba. Cuando llegué al otro lado, la felicidad dentro de mí dejó salirse a flor de piel. Estaba en casa, en mi otra casa. Una cosa tan sencilla como tomar un autobús me resultó tan maravilloso, porque el vivir en Grecia, en la antigua Grecia, me hacía retroceder siglos en cultura y modernidad. Cuando estuve cerca de casa, caminé tranquilamente aquellas calles. Recordé mi pasado, aquel pasado en que no sabía qué era, o qué iba a pasar conmigo.

Cuando estuve frente a la puerta de mi casa, toqué el timbre. Cuando esta fue abierta, no pude evitar soltar mis lágrimas. Mi padre no articulaba palabra y la emoción en su rostro encogía mi corazón. Cuánto lo había extrañado. 

—Mi niña. —dijo entre lágrimas. 

—Papá... —y así, nos unimos en un fuerte abrazo—. Te extrañé mucho, Papá. Mucho.

***

Luego de nuestro emotivo reencuentro, mi padre me hizo una serie de preguntas. Si estaba comiendo, si me trataban bien, y demás. Me sorprendió que no preguntara por Ares, hasta que confesó que, desde el día de lo ocurrido, Ares venía a verlo a él y a Mika todas las semanas, a asegurarse de que estuvieran bien. Mika, apareció en casa de mi padre unos 15 minutos después de que mi padre le avisara que estaba allí. Me abrazó tan fuerte que sentí que no podía respirar. Pasamos todo el día juntos, y llegada la noche, vimos una película apretujados en el mueble de la sala. Al terminar, Mika se quedó en la habitación de huéspedes y yo me dirigí a la mía, donde dormí en paz, extrañando al dios que llenaba mis días de felicidad.

***

Desperté sintiendo un toque en mi rostro.Traté de quitarlo pero seguía, aún adormilada sentí una pequeña risa, pero opté por seguir durmiendo. Nuevamente volvieron a tocar mi rostro buscando que despertara. 

—Ya, déjenme dormir en paz. —me cubrí completamente con las sábanas. Iba despertando en contra de mi voluntad.

—¿Así me recibes? Me siento ofendido. —aquella voz, quité la sábana de golpe y me encontré a Ares sentado a mi lado, vistiendo una polera y pantalones deportivos. Cada vez su sentido de la moda mejoraba más. Lo halé hasta dejarlo sobre mí, empecé a besarlo con fuerza y él solo reía—. Vaya, me extrañaste mucho pequeña.

—Mucho mucho. —dije aún un poco dormida. Empecé a acariciar su bello rostro—. ¿Cuándo llegaste? —pregunté. 

—Hace unos minutos, tu papá está haciendo el desayuno, deberíamos bajar. —dijo dejando pequeños besos en mis mejillas.

—Cárgame, por favor. —y sin refutar, lo hizo—.Sabes, hoy tengo un plan para nosotros. —dije mientras bajamos las escaleras. 

—¿Ah, sí? —asentí orgullosa—. ¿Y se puede saber qué tiene planeado señorita?

—Te voy a llevar a una cita. Una cita estilo Londres. —la sonrisa en su rostro delató lo feliz que aquello lo hacía. Le daría un día inolvidable.

***

¿Cómo lo había pasado Ares paseando por Londres? Su gesto lo decía todo. Lo llevé a un museo, a un parque, y luego fuimos a cenar. Quería que aquello fuera perfecto, que Ares viviera un momento increíble y que lo disfrutara. Al salir de restaurante, Ares y yo fuimos por un helado y nos sentamos en un pequeño parque a charlar. Solo éramos nosotros, no Ares el dios de la guerra ni Afrodita la diosa del amor. Éramos dos simples mortales teniendo una cita en el centro de Londres, y eso era jodidamente perfecto. Cuando se hizo un poco tarde tomamos un taxi a casa. Todo el camino se pasó entre besos, podía sentir al señor que manejaba mirándonos con una sonrisa. Solo hizo falta llegar a casa para que esa guerra de besos se convirtiera en algo más. E hicimos el amor, porque en Londres, en Atenas, o donde sea, nosotros siempre estábamos haciendo el amor. Ya sea en el acto sexual o cuando nos recitamos los sentimientos que teníamos el uno por el otro.

ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora