Ares
Otro día, otra guerra. Los días se repetían de la misma forma, cuando no estaba en una guerra con alguna otra ciudad, lo estaba con Atenea, o conmigo mismo. El día de hoy ha sido sin duda uno de los más agotadores, llegando a casa con las manos ensangrentadas y un triunfo sobre ellas. Extrañaba llegar a casa así y ser recibido por Kala, quien luego de curar mis heridas me besaba sin espera y me hacía sentir el ser más amado del planeta.
Eso no pasaba desde hace meses. El padre de Kala fue liberado el mismo día que hablé con mi padre, y algunas veces, Alala me ofrecía su esfera y yo iba a visitarlo. Descubrí, además, según el padre de Kala, que a parte de obligarla a casarse con Hefesto, Damén se había quedado con su esfera. Ya buscaría la forma de vengarme de aquel imbécil.
El día de hoy, o bueno, la noche de hoy habría un banquete para recibir a Hefesto y a Kala, mi Kala. La emoción de volver a verla podía conmigo, intenté dejar el día libre y estar en el templo para cuando llegaran, pero me fue imposible. Para cuando llegué al templo, ya la celebración había iniciado.
Rápidamente fui hasta mi habitación, me di un corto baño para retirar la sangre de mi cuerpo, y me vestí. Salí casi corriendo y cuando estuve cerca de la entrada del gran salón, reduje el paso. Las puertas fueron abiertas para mí y las miradas de todos los presentes se posaron sobre mí presencia. Pero yo simplemente los ignoré, pues mis ojos buscaban a una chica en específico.
No sé cuánto tiempo estuve buscando a Kala, sin dar con ella, a lo lejos, visualicé a Hefesto, pero Kala no estaba con él, ¿Dónde se había metido? Encontré a Alala y me di cuenta que al parecer ella también la buscaba. Llegué a su lado y me acerqué a su oído para evitar que otros escucharan.
—¿Y Kala? —pregunté.
—Ya debería de estar aquí. Hefesto se va a molestar y no quiero imaginar lo que podría hacerle si no llega. —la rabia hizo acto de presencia, sin embargo, desapareció con el sonido de las grandes puertas siendo abiertas.
Los murmullos iniciaron, algunos se arrodillaron y otros solo admiraban con pasión. Alala miró hacia la entrada, y una sonrisa se dibujó en su rostro. Lentamente mis ojos viajaron hacia el lugar que todos apreciaban. Mis pupilas se dilataron y mi corazón empezó a bombear con fuerza. Kala.
Su cabello más largo, su rostro más perfilado, su inocencia intacta.Tímidamente empezó a bajar las escaleras, y yo, insconcientemente empecé a moverme entre la multitud para llegar a ella. En el momento en que nuestras miradas se cruzaron, pude ver el brillo de ilusión dentro del verdor de sus ojos. Al parecer, ambos caminábamos con la intención de llegar al otro. Quería besarla, pedirle perdón, sentir su piel nuevamente. Decirle lo fría que son mis noches desde que no está, o cómo no puedo dormir sin su presencia a mi lado. Decirle lo mucho que la amo y todo lo que he hecho y haría por ella.
Sin embargo, ese momento nunca llegó. Cuando Kala terminó de bajar las escaleras, Hefesto la tomó fuerte del brazo, provocándole una mueca de dolor, empecé a caminar hasta ellos, y Kala negó con la cabeza. Sabía lo que pasaría. Hefesto llevó su vista hacia la dirección en que Kala miraba, y al encontrarme a unos metros de ellos, soltó su brazo y me sonrió cínicamente. Quise seguir caminando hacia ellos, pero Alala se encontraba sosteniéndome y pidiendo que no lo hiciera. Obtuve un poco de autocontrol y me dispuse a seguir a Alala hacia la mesa, sin quitar mis ojos de la escena que acababa de dejar. Se notaba como Hefesto reprendía a Kala, ella ni siquiera respondía, sabía que aún me estaba mirando.
***
La definición de incomodidad era sin duda, esta cena. Nadie hablaba, Zeus trataba de animar la situación, siendo ignorado por todos. Atenea buscaba la forma de clavar su cuchillo en mí. Mientras que Kala y yo, no dejábamos de mirarnos, a pesar de que estuviésemos rodeados por parte de los culpables de nuestra separación.
—Y bien Ares, ¿Qué hiciste todas estas semanas que nos dejaste en paz? —preguntó Hefesto. Obviamente había notado lo que sucedía entre Kala y yo. Kala se dispuso a bajar la cabeza.
—Pues, destruir, y tener sexo. Mucho sexo. —aquella afirmación hizo a Kala levantar la cabeza, desde mi lugar podía oir su corazón romperse. No había tenido sexo con nadie, pero tenía un plan y para poder llevarlo a cabo, debía pretender que ya no me importaba, aunque ella no lo entendiera al principio.
—Me alegra oir aquello. Eso significa que ya tienes juguete nuevo y por fin dejarás a mi prometida atrás. —abrazó a Kala, quien tenía los ojos un poco húmedos, reteniendo las lágrimas—. ¿No te alegras por Ares, Kala?
—Bueno, no creo que ella debía alegrarse o no. Total, ya no somos nada. —si ya me odiaba, aquella actitud iba a terminar de cavar mi tumba.
—Bueno, esto es para festejar. No agobien a Kala con sus problemas. —interrumpió mi padre—. Ahora, coman.
Kala comió con la cabeza baja, Hefesto le llamó la atención varias veces, sin embargo a ella no parecía importarle. Debía ir a hablar con ella esta noche, y para aquello necesitaría la ayuda de Alala.
Esta noche aclararía todo, la razón por la cual dejé de buscarla y el por qué de mi comportamiento esta noche. Volvería a verla, a sentirla. Y aunque ella no me perdonara, verla era suficiente para mí.
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ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]
FantasyCuando los Dioses del Olimpo se hacen notar y Afrodita se hace presente entre ellos, las necesidades de los mortales por ver caer el Olimpo se hacen incesantes. El Dios de la Guerra no está dispuesto a dejar aquel amor que lo obliga a quemar ciudade...