Capítulo 34

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Mientras aquel hombre me sujetaba fuertemente, ninguno de los presentes daba un solo paso, sabían a quién tenían en frente y lo que sería capaz de hacer. Hefesto se mostraba tranquilo, nada impactado por la presencia de Ares. Yo no dejaba de templar y sabía, que cualquier paso en falso me costaría la vida. Sin embargo, y a pesar de la situación, no podía dejar de emocionarme ante la idea de que Ares vino aquí por mí. 

—¡Hermanito! Diría que es una sorpresa verte, pero siempre estás en los lugares que no te invitan. ¿Vienes a felicitarnos? —decía Hefesto, en este momento parecía haber perdido toda su cordura. 

—Déjate de juegos estúpidos y dame a mi mujer. Ahora. —dijo Ares, y lo que veía, era lo único que las demás personas de atenas podían ver. Al Ares destructor, era como tener al mismísimo diablo frente a nosotros.

—Cuando Zeus se entere te va a-

—Zeus está revolcándose en el infierno, demasiado muerto como para hablar. —todos empezaron a murmurar sorprendidos, su rey había muerto—. ¡¿Sorprendidos?! Su clamado rey ha muerto y ahora, la diosa Atenea es su nueva reina. Le quité la cabeza de la misma forma en la que te la quitaré a ti si no haces que este imbécil la suelte.

—¿Quién crees que eres? Quién te crees para venir aquí y dañar la vida de los otros? Usaste a Cantalha aún sabiendo que YO la amaba, y cuando Kala llegó la tiraste como basura. Destruyes todo lo que tocas Ares, ¿cómo estás seguro que no le harás lo mismo a Kala? —pronunció Hefesto.

—Porque la amo. Y nunca, nunca había amado a nadie. Yo no tuve la culpa de lo de Cantalha, ella tomaba sus decisiones, sabía exactamente lo que yo buscaba, nunca la engañé al respecto. Pero lo que tienes ahora, no es un trofeo, ni algo de un momento para mí. Tienes a mi mujer, a mi futura esposa. Y no me voy de aquí sin ella, no de nuevo. 

Vi a Hefesto considerarlo por un momento, y luego, dijo algo que ninguno se esperaba. 

—Bien- Ares lo miró sorprendido—. Claudio, suelta a Kala. —el señor de nombre Claudio, lo miró sin saber si lo decía enserio—. Claudio, te dije que la sueltes. 

Al ver que no hacía nada, se dirigió hacía nosotros. Ares inmediatamente se alertó y empuñó su espada con fuerza, sin embargo, Hefesto solo quitó el cuchillo de mi cuello quedándose con él, y luego, quitó el brazo de aquel señor, alejándolo de mí. Liberada, me quedé estática, no sabía qué hacer en este momento. 

—Ve con él. —dijo Hefesto mientras hacía una seña hacia Ares. 

Lentamente empecé a caminar pasándoles por el lado, sonreí y Ares también lo hizo. Seguí caminando hasta que una extraña sensación se alojó en el centro de mi estómago. El rostro de Ares perdió su color y cuando por inercia coloqué mis manos sobre el lugar del que provenía el malestar, lo sentí. Una mancha de sangre se extendía desde el centro hasta los alrededores. Sentí el cuchillo salir de mí, y la voz de Hefesto.

—Ninguno tendremos al amor de nuestra vida. Nunca más.

ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora