Capítulo 3

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Desde aquel día en que escuché la conversación entre Hefesto y aquel hombre, no perdí las esperanzas en lo más mínimo. Comía y trataba de dormir lo suficiente para que mi amado me encontrara en buen estado, no quería que desatara una guerra pensando que me habían dejado morir de hambre.

Primer mes

Estaba en mi habitación, cuando varios gritos llamaron mi atención. Al asomarme por la ventana vi cómo los soldados se aglomeraban luchando contra alguien. Mis ojos se llenaron de emoción cuando lo vi. Ares. Un poco descuidado, con una barba de semanas y sobre todo, con la ira apoderándose de él. Abrí las cortinas completamente y me asomé al pequeño balcón.

—¡Ares! ¡Are-

Justo cuando sus ojos se encontraron con los míos, sentí cómo alguien me sostenía obligándome a entrar. Peleé y me resistí.

—¡Kala! —exclamó Ares antes de que aquella persona lograra sacarme de allí. Ese mismo día, abandonamos Eretria sin saber qué había pasado con Ares. O cuál había sido su reacción al no verme allí.

Segundo mes

Esa misma semana y luego de mucho viaje, llegamos a Éfeso. Esta vez me encontraba en el pequeño jardín de la casa en que nos hospedabamos, la cual sabía, no sería una residencia permanente. Vi a Hefesto llegar más enojado y gruñón de lo normal.

—Empaca. Nos vamos ahora mismo. —dijo al llegar a mí.

—¿Por qué nos vamos ahora? —pregunté ya cansada de los viajes.

—Porque a mi querido hermano le ha surgido la idea de prender Éfeso en fuego.

—¿Ares está aquí? —ni siquiera intenté ocultar mi emoción.

—No te emociones, nos vamos ahora mismo para que no pueda encontrarte. Ya me está agotando la poca paciencia que poseo.

Y así, esa misma tarde, abandonamos Éfeso.

Tercer mes

Llegamos a Delfos, y nos ubicamos en el templo de Apolo. Unos días todo estuvo en paz, demasiado para ser cierto, y por eso, todos estaban más a la defensiva. Había demasiada tranquilidad y era más que evidente que el dios de la guerra, estaba planeando algo.

Me enteré, por una conversación entre algunas chicas de servicio, que el dios de la guerra había asesinado él solo a más de la mitad de los soldados que se encontraban en guardia. ¿Lo peor? Con su sangre y partes de sus cuerpos, escribió el nombre de Hefesto. El dios de la guerra, estaba declarando públicamente que acabaría con él.

Sin embargo, aquella vez, no huimos de ciudad porque al parecer, Ares respetaba mucho los templos de sus otros hermanos, y no se metía en sus tierras. Hefesto había elegido este lugar en base a eso, me di cuenta.

Cuarto mes

Todo un mes, desde el amanecer hasta que el sol ocultaba su presencia, estuve esperando respuestas o alguna información sobre Ares. Nada llegó a mí, ni siquiera él. Esperaba escuchar algún ruido o alguna señal de su presencia, pero nunca pasó.

Lloré en mi habitación pensando que ya se habría dado por vencido, y aquello me dolía. Aunque no podía obligarlo a dedicar su vida a mí, esperaba que al menos fuera capaz de sacarme de este lugar. Lo extrañaba demasiado. Incluso si solo podía verlo en sueños, solo quería saber que él aún pensaba en mí. Qué aún me quería.

Quinto mes

¿Cómo puede alguien perder las esperanzas, y seguir enamorada de la misma persona que te las daba? Pues, esa es mi situación actual. Este mes, mis esperanzas se fueron a bajo, ya no esperaba, ya no pensaba que en algún momento Ares vendría y me sacaría de aquí. Pero sentir lo que sentía por él, simplemente no podía evitarlo.

Incluso he comenzado a acompañar a Hefesto a comer a la mesa, al terminar siempre iba a la cocina y conversaba con alguna chica del servicio, para evitar la realidad. Esta noche específicamente, me encontraba acompañando a Hefesto en la cena. Mientras él hablaba yo solo asentía, y observaba.

—Tengo una noticia que tal vez te guste. Mañana, volvemos a Atenas. 2mis ojos se abrieron como platos.

—¿En-enserio? —pregunté, tratando de actuar normal.

—Sí, lo estuve pensando y últimamente te has portado bastante bien, y Ares al parecer consiguió otro juguete con el cual divertirse. —sentí mi corazón romperse ante el comentario—. Además, se vienen muchas festividades y aunque faltan unos tres meses para la boda, me gustaría que nos fuéramos asentando ya.

—Bueno, si es lo que deseas. —dije, intentando parecer desinteresada. Volvería a ver a Ares. Aunque no sé por qué me emocionaba a pesar de que él se había olvidado de mí en dos meses.

—Perfecto, entonces deberías irte a dormir. Nos iremos temprano en la mañana porque debemos estar allá para la cena. Zeus prepara un banquete de bienvenida para los futuros esposos.

—Está bien. Buenas noches. —dicho esto, me levanté de la mesa y me dirigí a mi habitación.

Al cerrar la puerta no pude evitar el remolino de sentimientos que se agrupaban en mi pecho. Aunque me emocionaba saber que vería a Ares nuevamente, estaba molesta por no saber la razón por la que no había intentado recuperarme. Tal vez Hefesto tiene razón y ya consiguió a alguien más.

A pesar de los pensamientos negativos, me sentía emocionada de volver a Atenas, necesitaba saber cómo estaba Alala, cómo estaba mi familia, todo.

Preparada para una noche llena de pesadillas, me dispuse a ir a la cama para dormir lo poco que pudiese.

Esa noche, en mi sueño, iba vestida de blanco, me iba a casar. Sin embargo, mi vista se empañó cuando una gran marca roja empezó a aparecer en el centro de este. El pánico y el dolor se apoderó de mí y caí. Aquel día en aquel sueño, perdí la vida.

ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora