Luego de la gran escena sexual que montamos Ares y yo en la habitación, dormí como roca hasta el día siguiente, en la mañana Hefesto no había ido al trabajo, pero ya Ares me había informado que sería así. Hoy era el cumpleaños de Atenea y todos estaban ocupados en preparar sus ofrendas de felicitaciones, trajes y demás. Atenea era una de las diosas más respetadas y al parecer aquello hacía posible que cualquiera cancelara sus planes por conseguir un presente extraordinario. Ares no vendría hoy, pero era evidente que nos veríamos en la fiesta. Era increíble cómo nadie había sospechado nada hasta el momento, Ares estaba bastante confiado pero yo no dejaba de tener mis alertas activadas.Hefesto salió de casa durante la tarde alegando que iría a buscar los presentes y al regresar nos iríamos. Elektra prácticamente me obligó a tener una tarde de spa mientras ella arreglaba las prendas que había elegido para mí, las cuales eran extremadamente bellas. Un dato curioso para mí es que, según Elektra, nadie podía ir de blanco durante el cumpleaños de Atenea, solo ella. Y aquello incluye a los hombres, sin excepción. La idea de ver a Ares bajo algún traje de color me traía a la vida nuevamente, claro, luego de tener un infarto al imaginarlo dentro de ciertas prendas.
Mientras terminaba de vestirme, Elektra tenía su mirada en mí. Al parecer estaba considerando en decir algo o no. Al final, decidió hablar.
—Realmente se aman, ¿cierto? —dejé de hacer lo que hacía para mirarla. Oh, no.
—¿D-de qué hablas, Elektra? —pregunté, sin hacer mención a ningún nombre, para no equivocarme.
—El joven que viene a verla todas las noches, señorita. —mis ojos se abrieron como platos. Le diría a Hefesto.
—Elektra yo l-
—Tranquila señorita, no diré nada. Sé que usted no está aquí por voluntad, sé que no ama al señor Hefesto y créame que no la juzgo por ello. Aquel chico, lo que hace, arriesgarse así solo lo haría alguien que realmente la ame. —me sonrojé ante eso último.
—Yo lo amo, mucho Elektra. Pero no quiero que te pongas en riesgo por ocultar aquello, al fin y al cabo, Hefesto es quien te paga. —dije, y realmente era lo que sentía. No quería que nadie más pagara las consecuencias de lo que Ares y yo decidamos hacer.
—Aquí nunca ha pasado nada interesante, no antes de esto. —ambas reímos—. No se preocupe, sea feliz, aunque sea de esa forma. Estoy segura de que algún día podrán amarse libremente, frente a todos.
—Gracias Elektra. —expresé sinceramente.
—Pero ahora, debe terminar de prepararse antes de que el otro que habita en esta casa haga acto de presencia. Estaré en la cocina por si necesita algo, ¿de acuerdo? —preguntó amablemente.
—De acuerdo. —le respondí de la misma forma.
Suspiré pesadamente. ¿Quién más podría haberse dado cuenta? Bueno, Elektra fácilmente lo logró porque compartíamos el mismo techo, pero no sé quién pudo haber visto a Ares dirigirse acá. Traté de no pensar en eso, y le di los últimos toques a mi aspecto. Cuando estuve satisfecha con el resultado, abandoné la habitación, Hefesto llegando en el mismo instante. Sus ojos me escanearon y lo único que logré sentir fueron arcadas.
—Estás muy hermosa, Kala. —solo le di una sonrisa de boca cerrada en respuesta, y me invitó a salir de casa. Me sentí aliviada al descubrir que Elektra iba con nosotros. No tendría que estar pegada a Hefesto todo el tiempo.
***
A diferencia de la vez anterior, nadie nos miraba tan exhaustivamente, sería una falta de respeto hacia la diosa que hoy celebra su cumpleaños, y estaba agradecida por ello. Al llegar, Hefesto se deshizo de mí fácilmente para dirigirse hacia un grupo de hombres que, a pesar de que la fiesta inició hace poco, ellos estaban más que tomados. Elektra al parecer estaba muy emocionada, y por lo que me mencionó, no solía salir mucho y Hefesto nunca la llevaba a ninguna fiesta. Al plantearme esto, quise darle una noche inolvidable.
Había pasado aproximadamente una hora desde que Elektra, Alala, (quien se nos había unido hace poco) y yo, estábamos comiendo, charlando entre nosotras y con otros miembros del servicio, y sobre todo; tomando. No sé en qué momento las tres nos encontrábamos en la pista de baile. Reía sin parar y disfrutaba del momento, porque verdaderamente estaba divirtiéndome. No me importaba si ahora fuera una diosa, pero quería aprovechar cualquier momento de libertad que se me fuera otorgado. Estaba tan concentrada en reír y hacer pasos de baile que ni yo conocía, hasta que sentí una mirada sobre mí. Miré al frente, y a través de la multitud que bailaba al ritmo de la música, lo vi. Recostado contra una columna, una sonrisa maliciosa en su hermoso rostro. Ahí en medio de la pista de baile, y sin importar que alguien me viera, no pude quitar mis ojos del hombre que llenaba mi corazón. Un traje rojo como la sangre adornando su esculpido cuerpo, aquel hombre era el pecado hecho ser. Siguió mirándome, a cuál de los dos le importaba menos que alguien sintiera la tensión entre ambos cuerpos.
Su sonrisa desapareció, y con sus hermosos y pecaminosos labios, pronunció un leve "jardín". Y dicho esto, desapareció, sé que quería que lo siguiera. Cuando pude volver a la realidad, Alala y Elektra se encontraban a mi lado mirando la escena. Las miré a ambas en busca de aprobación, Elektra fue la primera en hablar.
—Ve, nosotras los cubrimos. —Alala asintió y me dio un leve empujón para que me trasladara entre la multitud, en búsqueda de mi amado. Quien supuse, no planeaba nada bueno.
Cuando pude salir del gran salón, seguí el camino como si me dirigía al baño, pero luego cambié la ruta hacia la dirección que yo sabía me llevaría al jardín donde Ares y yo solíamos vernos. Al llegar, me asusté de no ver a absolutamente nadie, ni siquiera un guardia. Disminuí la velocidad de mis pasos, y entrecerré mis ojos esperando tener una mejor visión, sin conseguir ningún avance. ¿Dónde se metió?
Cuando decidí regresar, una mano tapó mi rostro llevándome dentro de un pequeño callejón, pateé al extraño buscando librarme de su agarre, sin lograrlo. Cuando estuvimos hasta el fondo, me di cuenta que todo el tiempo mis ojos estuvieron cerrados. La persona que me sostenía me presionó contra la pared y su cuerpo sobre el mío, abrí mis ojos lentamente, para encontrar a Ares bastante divertido. No me sorprendería si algún día de estos moría por su culpa.
—Eres un est-
No pude terminar porque sus labios se estrellaron contra los míos. Aquella si era una buena forma de callar.
—Te extrañé tanto, ¿Es que no puedo dejarte sola ni un solo día? Y para el colmo, te apareces con esa ropa. —se presionó sobre mí e inmediatamente sentí a su amigo bastante feliz, eso fue rápido—. Tengo un problema aquí, y necesito resolverlo. ¿Quiere usted ayudarme? —se empezó a rozar fuertemente contra mí. Intenté no gemir para que ningún guardia pudiese escucharlo.
Ares, debo volver o van a sospechar. —no sé en qué momento sucedió, pero la humedad dentro de mi ropa interior delataba las ganas que yo también traía.
—¿Uno rápido? —reí ante su petición y asentí. Solo un par de besos frenéticamente desesperados bastaron para terminar de encendernos. Ares me invitó a rodear su cintura con mis piernas, mientras él se introdujo dentro de mí, de una sola estocada, todo. Mordía su hombro para no gritar, aunque era lo que más deseaba. Estábamos a punto de llegar cuando una voz me sobresaltó.
—¡¿Hay alguien aquí?! —inmediatamente supe que era un guardia. Intenté parar y Ares solo apretó su agarre en mí para evitar que me bajara. Siguió penetrándome con fuerza hasta que ambos nos corrimos. Luego de unos minutos sin recibir respuesta, el guardia se marchó.
Ares rió y me besó en la frente, para luego salir de mí. Arregló mi ropa, y luego la suya. Lo miré divertida y él extrañado por no saber lo que pasaba por mi cabecita.
—Ahora soy una chica mala. —dije tratando de sonar malvada. Los ojos de Ares me miraban con maravilla.
—Mi chica mala.
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ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]
FantasyCuando los Dioses del Olimpo se hacen notar y Afrodita se hace presente entre ellos, las necesidades de los mortales por ver caer el Olimpo se hacen incesantes. El Dios de la Guerra no está dispuesto a dejar aquel amor que lo obliga a quemar ciudade...