Lo último que pasó ayer, es que luego de aquel momento sexual con Ares, y de casi ser encontrados, volví a la fiesta tratando de actuar normal y rezando para que Hefesto no haya notado me ausencia, y en efecto; así sucedió. Seguí bailando junto a Alala y Elektra, hablé un poco con Atenea, y por ultimo, tuve que pretender que Hefesto y yo éramos una pareja real, a pesar de que estaba con él bajo amenazas.
Volvimos a casa y Elektra esperó a que Hefesto durmiera para entrar a mi habitación esperando que le contara todo lo ocurrido. Y así fue, cuando ambas no aguantamos más el cansancio, nos despedimos dejándome a mí sola en la habitación, pero con un sentimiento de paz invadiendo mi mente. Puse el pequeño seguro de la puerta, y luego me dispuse a sacar el pequeño collar bajo mi cama. Cuando lo coloqué sobre mi cuello, me recosté en cama dejándome llevar por el sueño.
Todo iba bien, pero había algo que no dejaba a mi corazón completamente en tranquilidad.
***
A la mañana siguiente, para cuando desperté, Hefesto ya se había marchado de casa. Según Elektra, no sospechó nada, alegando que pudo ser únicamente porque hace tiempo no salía a ese tipo de actividades. Bien, una preocupación menos. Desayuné mientras Elektra me hablaba sobre cualquier cosa que realmente no escuchaba, pero fingía hacerlo. La ayudé a preparar la comida, comimos entre risas Y luego, la ayudé a limpiar los trastes. Estaba entretenida organizando algunos casos. Hasta que Elektra habló, dirigiéndose a alguien que no era yo.
—Hola, señor Ares. —me giré bruscamente para encontrarme a Ares luciendo igual de perfecto que todos los días. ¿Pero cuándo tomó tantas confianzas con Elektra? Bueno, era evidente que Ares era capaz de seducir incluso al ser más nefasto del Olimpo si se lo proponía.
—Hola, Elektra, ¿Qué tal su mañana? —Ares tomó asiento en la mesa, la misma silla que solía ocupar Hefesto. Lo hacía a propósito.
—Todo bien, joven. Los dejaré solos. Estaré por el jardín por si me necesitan. —Elektra se retiró dejándonos solos.
Yo le si la espalda a Ares y terminé lo que me encontraba haciendo antes de que llegara. Lo escuché reír, y no pude evitar esbozar una sonrisa.
—¿Se puede saber qué te causa tanta gracia? —pregunté.
—Pues, imaginar a Hefesto, sentado aquí comiendo tranquilamente, sin tener idea de las cosas que te hice sobre esta mesa. —me giré de golpe para reprimirlo, suerte que ya había terminado de guardar los vasos, de lo contrario ahora mismo estarían por el suelo.
—¡Ares! —se puso de pie y empezó a dejar besos por todo mi rostro. Reí ante el gesto.
—Vamos a tu habitación, no quiero que Elektra vea como te v-
—¡Ares!- él solo empezó a reír, y con un último beso, nos dirigimos a la habitación.
***
La verdad es que desde que entramos a la habitación, no hemos tenido ningún contacto sexual. Ares estaba recostado sobre mi vientre mientras me contaba las cosas que le habían sucedido últimamente. Amaba la emoción con que contaba el más mínimo detalle, siendo claro que nunca antes hubo aquel tipo de atención hacia él. Era emocionante ser la razón para que él se abriera y explorara sus sentimientos, porque era evidente que Ares era más que el hombre destructor que todos conocían. Ares era un ser maravilloso, una persona que tuvo un destino que él no eligió y por el cual no se le dio la oportunidad de luchar. Ares era tan maravilloso, que cuando descubrió que podía ser más de lo que alguna vez le dijeron, decidió hacerme parte de aquello. Ares, era más que el dios de la guerra, era humano. Y muchos aún no comprendían aquello.
—¿Estás escuchando? —preguntó Ares, realmente no sé en qué parte dejé de escuchar lo que decía.
—Lo siento, me distraje un poco.
—¿Qué te agobia? —preguntó preocupado. Le regalé una sonrisa tranquilizadora antes de hablar.
—Nada. Pensaba en algo bueno. —respondí.
—Mmm, si era bueno, es obvio que no era de mí. Y eso me molesta.
—¿Quién dijo que no eres bueno? —dije antes de empezar a besarlo—. Eres bueno, muy, muy bueno. —seguí dejando besos en su rostro.
—¿Ah, sí? —empezó a acariciar mi cintura—. Porque en ese caso, tú eres una cosa muy, muy mala. Aún me duele la espalda de la mordida de ayer. Chica traviesa, ¿estabas teniendo sexo mientras tu prometido se encontraba en una fiesta? Eres muy muy mala.
La situación empezó a calentarse, y de un momento a otro, ya estaba sobre Ares, en una guerra de besos, hasta que la desesperada voz de Elektra y el fuerte llamado a la puerta llamó nuestra atención. Me bajé velozmente del regazo de Ares y abrí la puerta. No pude ni hablar cuando Elektra articuló velozmente.
—Hefesto. Está aquí. —mis ojos se abrieron a más no poder, y Ares, Ares reía. ¿Le parecía divertida la situación?
—¿Q-qué? Pero, aún no es hora de llegar, y-yo, ¿y ahora qué hago? ¡Ares! —y Ares, solo seguía riendo.
—Trataré de distraerlo lo máximo posible. Pero debes sacar a Ares rápido. —dijo Elektra antes de retirarse.
Ares seguía sentado plácidamente en la cama, lo iba a matar. Rápidamente empecé a recoger su ropa y a caminar de un lugar a otro. Lancé la ropa sobre él e hizo un gesto falso de dolor.
—¡¿Quieres vestirte por amor al cielo?! —exclamé.
—No amo el cielo. —bien, hoy era su día. Le di una mirada asesina y empezó a vestirse. Cuando terminó, se acercó a mí y me besó, ¿De dónde sacaba tanta calma?—. Esto es divertido.- exclamó.
—¿Lo es? —pregunté irónicamente. Volvió a reír y lo empujé hasta el balcón.
—¿Me estás echando? ¡Me siento usado! ¡soy el amante! —esta vez fui yo la que no pudo evitar reír—. Ya, ya, me voy. Te amo y no me importa ser el amante. Te veo mañana.
—Te amo. Ahora vete, no quiero morir hoy. —un último beso fue intercambiado y un Ares abandonando la habitación.
Traté de lucir lo más normal posible y abandoné el cuarto. Para mi suerte, Hefesto siquiera notó mi presencia, suspiré aliviada y Elektra rió bajo sabiendo de lo que había sido cómplice.
¡Qué día!
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ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]
FantasyCuando los Dioses del Olimpo se hacen notar y Afrodita se hace presente entre ellos, las necesidades de los mortales por ver caer el Olimpo se hacen incesantes. El Dios de la Guerra no está dispuesto a dejar aquel amor que lo obliga a quemar ciudade...