37. ¡Manos a la obra!

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Como era habitual, la cafetería de la universidad se encontraba hasta los topes de estudiantes con sus típicas conversaciones y risas

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Como era habitual, la cafetería de la universidad se encontraba hasta los topes de estudiantes con sus típicas conversaciones y risas. Pero a pesar de que todo fuera como un día más de semana, el ambiente en nuestro grupo no se asemejaba al de siempre. Ni de lejos.

Thomas, Sean, Trevor y Dereck habían optado por sentarse en una de las mesas del fondo de la amplia estancia mientras que Vanessa, Susan, Abby y yo ya nos habíamos ubicado en una de las más cercanas a la entrada. Parecían haberse formado dos claros bandos como resultado de la disputa entre Dereck y Vanessa sucedida el pasado fin de semana. Y a mí me había tocado estar en el "bando de las chicas" cuando, en realidad, yo no había pedido estar ahí.

—¿Hasta cuándo va a durar esto? —cuestionó Abby mirando perpleja a Susan y Vanessa—. O sea, básicamente... ¿me estáis diciendo que no nos podemos juntar con los chicos?

Vanessa no contestó, sino que rodó los ojos y continuó mirando su almuerzo con apatía. Fue Susan la que se aclaró la garganta para empezar a hablar:

—No, no hemos dicho eso. Vanessa solo está pidiendo algo de tiempo y apoyo por nuestra parte, no podemos dejarla sola. Y si vamos con ellos, el hecho de ver a Dereck a ella le duele.

Del tiempo que conocía a Vanessa, nunca la había visto así. Normalmente se arreglaba bastante para asistir a la universidad, a veces incluso demasiado para mi gusto y solía abusar de la raya negra de ojos, pero esta vez no. Llevaba un sencillo chándal, su rizado pelo encrespado y unas ojeras que, no solo delataban su falta de descanso, sino también que había estado llorando bastante.

—Si tienes algún problema con que esté sufriendo, Abby... puedes irte ahora con ellos. Eres libre ¿sabes? —añadió, dejando a Abby descolocada—. Pero ten claro que si te vas, no vuelves.

—Oye, tampoco es para ser así de dura —amonesté, perpleja. Sus últimas palabras habían sido demasiado dictatoriales—. A Abby solo le ha venido por sorpresa la situación y como a todas en esta mesa le gustaría que todo volviera a la normalidad. A mí, por ejemplo, me gustaría dejar de estar aquí amargándome, escuchando cómo te quejas por todo... y estar con mi hermano y todos ellos...

«En especial con Dereck...» —me recordó mi subconsciente.

—Pues ¿sabes qué te digo Vanessa? Con esta actitud mis ganas de irme con ellos aumentan —dijo mi amiga sin reparos.

Vanessa suspiró, apartando el plato de ella dejándose prácticamente toda la ensalada llena y apoyó su cabeza sobre los brazos que tenía puestos la mesa, como refugiándose con ellos.

—Vale... perdonad, en serio. Esta situación me pone de mal humor —se excusó, haciendo pucheros—. Pero no os preocupéis... sé que no durará mucho.

—Pues claro que no durará. La vida sigue, lo vas a superar —dijo Susan con ese optimismo de siempre.

—Lo vamos a superar. Dereck y yo —recalcó—. ¿Quién dice que esto no sea un altibajo de los que hemos tenido? Él siempre acaba volviendo a mí y esta vez no tiene por qué ser diferente.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora