49. Quiero la Verdad

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Aquel fin de semana, la ausencia de Dereck y el tremendo agobio que sentía por los exámenes estaban haciendo que se hiciera eterno y agobiante

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Aquel fin de semana, la ausencia de Dereck y el tremendo agobio que sentía por los exámenes estaban haciendo que se hiciera eterno y agobiante. No veía el momento en que todo se solucionara.

Ya era domingo y desde primera hora de la mañana me encontraba en pleno intento de estudiar para mi examen de mañana lunes, pero había llegado un punto en que comenzaba a asimilar que iba a obtener una calificación baja. Un suspenso. Aunque esa mañana ya me había tomado dos cafés, me sentía igual de abatida. Mis pensamientos, además, parecían haberse atascado en todo lo sucedido el viernes, no querían salir de ahí ni dejar de darle vueltas a las posibles soluciones que aún parecían estar muy lejos de nuestro alcance.

En un acto de desesperación total, tras ver que Marlon y Frank no estaban dispuestos a mover un dedo por Dereck, no se me ocurrió mejor idea que pedirle ayuda a nada más y nada menos que... Adam. Sí, su hermano, con el que a veces se llevaba a matar.

Me había presentado en su lujoso apartamento en pleno centro de Los Ángeles para contarle lo sucedido, y parecía que había acertado de lleno con mi decisión de decírselo cuando no dudó un segundo en querer ayudarnos. En todo momento Adam se había mostrado preocupado ante la situación y lo que nos había pasado, así como altamente enfadado porque Frank le hubiera engañado de esa manera y no hubiera hecho nada contra Marcus. No sabía con exactitud cuál era su plan, pero me había asegurado de que iba a presentarse en comisaría como el abogado de Dereck y que a partir de ahí la policía debía contarle qué tenían pensado hacer con él y qué cargos tendrían. Dependiendo de lo que le dijeran, Adam actuaría en consecuencia: reuniendo dinero para pagar la fianza o bien actuando como abogado para conseguir que lo soltaran y saliera indemne.

Tras haber hablado el sábado por la mañana con él, me había quedado con un sabor agridulce. Por un lado, quería y necesitaba confiar en su palabra y en que haría todo lo posible por ayudar a su hermano. Pero, por otro lado, teniendo en cuenta los últimos acontecimientos no sabía si podía fiarme de él.

—Sé que es difícil, pero deja de pensar en ello. Mañana tienes un examen que aprobar, ¿recuerdas? —Oí la voz de Abigail tras de mí. Ella también estaba estudiando para el examen y desde hacía una hora había decidido hacerme compañía en mi cuarto, tiempo suficiente para percatarse de que yo en realidad no estaba concentrada—. Al final lo vas a suspender.

—Ya lo sé... estoy intentando estudiar, pero solo pienso en él.

Por pura inercia e instinto, eché una ojeada a mi teléfono móvil para ver si tenía alguna notificación. Me crispé de inmediato en cuanto vi que no había novedad alguna. Ni un mensaje ni una llamada de Adam y eso resultaba incluso más desesperante que la idea de recibir noticias malas. La incertidumbre ante el tema no conseguía gestionarla demasiado bien.

 Dereck aún se encontraba encerrado en el calabozo, había pasado ya dos noches ahí y solo le habían dejado hacer una llamada, la cual no dudó en utilizarla para hablar conmigo. Decía encontrarse bien, haber conseguido descansar en uno de los bancos de la celda y haber podido hablar con su hermano, pero en todo momento su voz tenía tintes de desolación. Lo había notado con solo escuchar su hola al descolgar la llamada.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora