10. Trapicheos (3/3)

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Eran casi las tres y media de la madrugada

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Eran casi las tres y media de la madrugada. No sabía ya cuánto tiempo llevábamos ahí sentados, pero parecía ser una eternidad y el frío que reinaba en el lugar no ayudaba a que la estancia fuera amena. Tenía tanto las manos como la nariz completamente heladas. Me acurruqué un poco más en mi sitio para conservar mi calor y me froté los brazos.

—Toma... parece que la necesitas más que yo. —Rompió el silencio.

Cuando le miré vi que se había quitado la chaqueta que llevaba y, sin apenas dejarme tiempo a responderle, me la puso por encima con suavidad. Al instante noté que el calor corporal que su chaqueta había absorbido se fundía lentamente con el mío, provocando en mi cuerpo agradables escalofríos cálidos. Además, no pude evitar disfrutar del seductor olor que estaba impregnado en la prenda, el cual ya identificaba como el de Dereck.

—Guau —dije, haciéndome la impresionada y arropándome con la chaqueta—. ¿Desde cuándo eres tan atento? ¿Dónde está el Dereck al que le gusta hacerme rabiar?

—No siempre hay que estar en guerra ¿no crees? —dijo junto a una blanca sonrisa. Pero yo fruncí el ceño, algo desconfiada.

—No es propio de ti ser tan... amable ¿Qué tramas?

—¿Que qué tramo? —Se rio levemente—. ¿Tengo que estar tramando algo por ser amable? ¿Tan retorcido crees que soy?

No supe qué responder exactamente y solo me quedé mirándolo. Sí, visto lo visto, podía llegar a creer que Dereck Hughes era tan retorcido.

Vi como hurgaba en sus bolsillos y de uno de ellos sacó un paquete de tabaco y se llevó con total parsimonia uno de esos blancos cigarrillos a los labios bajo mi estupefacta mirada.

—¿Va en serio? —increpé incrédula mientras intentaba encenderlo con su mechero, al que parecía faltarle algo de gas.

—¿Qué? —dijo mirándome como si con el no fuera la cosa y al tercer intento el cigarro prendió.

Le dio la primera calada e incluso cerró los ojos, degustándolo como si fuera uno de los mayores placeres de la vida.

—¿No puedes esperarte a que salgamos de aquí?

Una estúpida sonrisa iluminó su rostro ante mi pregunta y seguidamente me echó todo el humo que había absorbido en la cara, lo que me hizo cerrar los ojos de inmediato y comenzar a toser.

—No, lo siento —dijo socarrón y empezó a reírse al ver cómo me quejaba y agitaba la mano para ahuyentar todo el humo. Me estaba asfixiando—. Nunca le digas a un fumador que se espere, eso lo impacienta más.

Definitivamente, Dereck me daba una de cal y otra de arena; se hacía el amable para después solo pensar en él mismo y encenderse un cigarro sin importarle nada.

—¿Te impacienta más o te vuelve más gilipollas todavía? —ataqué sin tapujo alguno y él arqueó las cejas—. Por lo menos ten la decencia de abrir las ventanas. No quiero envenenarme contigo.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora