24. Una Oportunidad

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Tuve que tomarme unos segundos para ubicarme del todo y despejar la mente tras despertar de un agitado sueño

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Tuve que tomarme unos segundos para ubicarme del todo y despejar la mente tras despertar de un agitado sueño. Era la primera vez que soñaba con Dereck, había sido tan real y detallado que aún podía sentir mi corazón desbocado y esos labios en los míos. Pero no sabía si haber soñado con él conseguía agradarme o... confundirme más; lo único de lo que tenía certeza era que el sueño no se asemejaba a lo que teníamos en la realidad.

Los ojos me escocían levemente, seguramente habrían amanecido hinchados de tanto llorar. Y entonces reparé en que Dereck y yo habíamos pasado la noche juntos. Nos habíamos quedado dormidos en la misma cama, prácticamente abrazados tras haberle confesado uno de mis mayores miedos así como la tragedia que había inundado a mi familia. Anoche habíamos estado íntimamente cerca, más que nunca, pero sin embargo no sucedió nada más allá de la amistad entre nosotros.

Me di la vuelta sobre el colchón en busca de su presencia, pero me sorprendí al ver que a mi lado ya no había nadie. Estaba vacío, aunque su atrayente olor se había quedado impregnado en la almohada.

Era innegable que una parte de mí se disgustó al ver que se había ido sin decir nada, sin despertarme, pero en cierta manera también lo agradecí. Estaba segura de que ya no sabría cómo actuar con él; no sabía si debía seguir enfadada por su jueguecito entre su novia y yo, o ser más permisiva después de que me demostrara su preocupación por mí.

Salí de mi habitación. Eran las siete de la mañana y el apartamento se encontraba completamente en silencio por lo que supuse que todos seguirían durmiendo. Pero cuando me dirigí al baño, casi pegué un pequeño brinco al encontrarme a un pálido Thomas de rodillas en el suelo. Estaba pegado al inodoro, mirándolo con impaciencia y esperando a que su cuerpo se decidiera a vomitar o no.

—Thomas... ¿estás bien? —pregunté, aunque por su aspecto ya sabía la respuesta.

Me dirigió la mirada durante un breve segundo y balbuceó algo que no llegué a entender, pero tuvo que volver a agachar la cabeza para apuntar sobre el retrete y finalmente devolver parte de la ingesta de alcohol de anoche.

—No voy a volver a beber en mi vida... —masculló en cuanto pudo.

—Todos decimos eso cuando estamos de resaca, pero luego... lo volvemos a hacer. Ley de vida.

Tras tirar de la cadena se levantó, apoyándose en las paredes por el mareo que tenía encima y se enjuagó la boca en el lavabo así como la cara. Yo lo contemplaba sin saber muy bien cómo comenzar la conversación, no me parecía que fuera el momento para achacarle lo mucho que había bebido y lo poco responsable que había sido. Quizás debía de esperar a que se encontrara mejor.

—Sé que la he cagado, Natalie... —exasperó pasándose una toalla por la cara—. Pero mucho. Todo lo que he avanzado... lo he tirado por la borda. Soy un desastre.

Se llevó una mano a sus ojos miel y los frotó. Lo conocía demasiado bien como para saber que en esos momentos mi hermano estaba al límite, conteniéndose las ganas de llorar. No dudé en acercarme a él y darle el abrazo que todos merecíamos sin necesidad de pedirlo.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora