2. Problemas

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Caí rendida sobre la cama cuando puse las sábanas limpias y mi almohada

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Caí rendida sobre la cama cuando puse las sábanas limpias y mi almohada. Las diversas emociones encontradas que había experimentado en tan pocas horas me habían dejado exhausta. La cama parecía bastante cómoda. Cerré los ojos e intenté simplemente poner la mente en blanco, descansar y dejar de pensar en todo lo sucedido para tranquilizar esos nervios que afloraban sin cesar.

Sin embargo, ese intento de relajación duró tan solo dos minutos cuando una voz me sobresaltó:

—Hey, ¿cómo te va? —dijo.

La voz era cálida, pero su extremada cercanía me hizo incorporarme inmediatamente en la cama y mirarle. Seguramente le dediqué una mueca de susto y desconcierto, porque la sonrisa que estaba puesta en su rostro se suavizó por un segundo.

—Vaya, nadie había reaccionado así al verme —pronunció—. Por no decir que solo tú.

Estaba apoyado en la puerta. Era bastante alto y me llamó la atención su melena rubia ondulada. No me gustaba el hecho de que alguien desconocido hubiera aparecido de pronto en mi habitación, pero intenté forzar una sonrisa y me levanté de la cama.

—Eso será porque no te has presentado sigilosamente en su habitación pegándoles un susto de muerte —bromeé y esa sonrisa volvió.

—Sí, será eso. —Dio varios pasos hacia el interior de la estancia con total libertad—. Soy Sean, por cierto. Tu compañero de enfrente.

Señaló el pasillo con un leve movimiento de cabeza y al final de este identifiqué que había una puerta, de la que deduje que se trataba de su cuarto.

—Natalie —me presenté con una sonrisa. En realidad, a pesar de su fatídica manera de aparecer en mi habitación, tenía que reconocer que el chico me había caído en gracia—. Nat para los amigos.

—¿Y cuánto tiempo piensas quedarte con nosotros, Nat?

Comenzó a pasearse por la habitación y otra vez volví a sorprenderme de la confianza que emanaba hacia mí. Repentinamente se sentó en la silla de mi nuevo escritorio con el respaldo enfrente suya y apoyó sus brazos en él. La amplia sonrisa que mostraba en todo momento parecía acompañarle siempre.

—Bueno, la verdad... no lo sé —respondí pensativa—. Espero que no mucho tiempo por no molestaros. Supongo que, hasta que encuentre algún otro sitio en el que pueda estar. Espero que pronto.

—Ya veo. —Asintió—. Por mí no te preocupes, eh. Como si te quedas definitivamente, yo no tengo problema. La verdad es que ya necesitábamos un cambio de aires, alguien diferente a nosotros tres.

Estuvimos charlando un rato sobre temas comunes como las clases y la universidad mientras me ayudaba a poner orden en mi nueva habitación.

Una vez habíamos terminado, nos fuimos al salón. Sean se encontraba sentado en el sofá y con los ojos completamente pegados al programa de cocina que había puesto. Al parecer era uno de sus favoritos. Yo estaba a su lado y de vez en cuando miraba la pantalla y escuchaba los múltiples comentarios que mi nuevo compañero lanzaba al aire. Pero la realidad era que estaba mucho más pendiente de mi teléfono móvil que de la receta de "solomillo Wellington" que el cocinero del programa estaba haciendo.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora