6. ¿Quién ríe ahora?

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Sus impactantes ojos verdes estaban de lo más enfurecidos

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Sus impactantes ojos verdes estaban de lo más enfurecidos. Pero no me importaba lo más mínimo lo malhumorado que pudiera estar, yo lo estaba mucho más por no poder dormir.

—Tú estás loco o ¿qué? ¡¿Has montado una fiesta?! —me adelanté antes de que pudiera vocalizar palabra—. ¡Un tío acaba de vomitar en la cocina! ¿Cómo piensas limpiarlo todo? ¿Cómo vas a solucionar todos los destrozos? ¿eh?

—¿Qué haces aquí, Olsen? —cuestionó ignorando por completo todas mis discrepancias.

—Eh... ¿vivo aquí? Te guste o no esta también es mi casa, Hughes —respondí altiva, utilizando su apellido como él también hacía conmigo.

—Joder... pensé que no había nadie en el piso —exasperó. Se pasó una mano por el pelo y miró a su alrededor, como buscando a alguien—. ¿Es que no tienes planes? ¿Tienes tan poca vida social que un viernes noche no sales?

—No, de hecho; creo que visto lo visto tengo mejor vida social que tú —repliqué, pero él no pareció ofenderse sino que esbozó una media sonrisa.

Lo cierto era que prefería emplear un viernes por la noche en dormir que en estar rodeada de olor a alcohol, tabaco y sudor. Mirase donde mirase, solo veía personas cuyo juicio y vergüenza habían sido nublados por la gran cantidad de alcohol que estaban ingiriendo. Resultaba incluso ridículo que tantas personas decidieran aprovechar su tiempo en consumir una sustancia que no le iba a aportar nada bueno al cuerpo. Pero era lo que todo el mundo hacía y, por tanto, estaba normalizado. Incluso yo lo había hecho años atrás. 

—Claro, y por eso soy yo el que lo está pasando bien y tú... la amargada que viene fastidiarme —contraatacó pegándole un trago a su cubata.

—¡Pero si eres tú el que fastidia a los demás! ¡el que no respeta nada! —le dije dando un paso al frente para encararle. Era alto, me sacaba casi una cabeza y no pude evitar preguntarme que cuánto mediría. Su boca se encontraba a la altura de mi frente y tuve que alzar un poco el mentón para posar mis ojos en los suyos—. Llevo un rato en mi habitación y tu estúpida musiquita me ha despertado, así que si no quieres que te moleste... ya la estás bajando.

Pero lanzó una leve carcajada que me crispó al momento. Parecía que dijera lo que dijera él nunca iba a dar su brazo a torcer.

—Y si no lo hago... ¿qué? —respondió con esa socarronería que le caracterizaba. Ninguno de los dos apartaba la vista del otro, parecía una batalla de a ver quién aguantaba más y nos encontrábamos tan cerca que mi corazón comenzó a acelerarse al ser consciente de ello; sentía que podía chocarme con él con un simple empujoncito—. Nena, sabes que no voy a bajar la puta música por ti. Tú sueñas.

—No vuelvas a llamarme nena.

—Vale, ne-na.

Odiaba ese mote, pero más odiaba cuando salía de sus labios. Mi paciencia comenzaba a agotarse  y estaba dispuesta a soltarle cualquier reproche que me viniera a la mente, pero repentinamente apareció un chico que nos interrumpió, haciendo que ambos pudiéramos recuperar esa distancia vital que debía haber entre nuestros cuerpos.

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora