7. Capullo, pero guapo

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Recorrí gran parte de la cocina en busca del azúcar mirando en casi todos los armarios hasta que por fin la localicé dentro de un pequeño recipiente azul

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Recorrí gran parte de la cocina en busca del azúcar mirando en casi todos los armarios hasta que por fin la localicé dentro de un pequeño recipiente azul. Me eché un poco sobre el café que acababa de prepararme y le di el primer sorbo degustándolo en mi paladar. Estaba muy caliente y casi hacía arder mi lengua, pero me daba igual con tal de saborear el amargo a la par que dulzón sabor de un buen café.

Le eché un vistazo a toda la cocina, analizando cada esquina. Era impresionante cómo esa estancia, así como el resto del apartamento se encontraban intactos, en perfecto estado; como si la noche anterior no se hubiera celebrado una gran fiesta con cien estudiantes borrachos, como si nadie hubiera vomitado en las baldosas que estaba pisando y como si nunca se hubiera fumado marihuana en el sofá. Dereck se las había apañado muy bien para ocultar las pruebas del crimen; tan bien, que estaba segura de que nadie me creería.

—Te lo advertí. —Oí decir a Abby junto a una risita. Se la oía muy bajo puesto que había dejado el móvil en la otra punta de la cocina y por un momento me pregunté si me habría estado hablando mientras me encontraba absorta pensando en el idiota de Dereck y su fiesta. 

Desde hacía una media hora estábamos haciendo videollamada y obviamente le acababa de comentar todas las novedades sobre la fantástica noche que había pasado

—Los chicos llevan un rollo muy diferente al nuestro —prosiguió—. ¿Te lo dije o no? ¡Son unos salvajes, Natalie! 

Solté un gran resoplo, esa era mi respuesta. Una vez más mi querida amiga Abigail Cole tenía toda la razón, quizás mudarme a ese piso no fue la mejor idea del mundo. Pero ¿qué otra cosa podía hacer?

—Por cierto... hace un rato que no te veo, solo veo el bonito techo de tu cocina. ¿Qué estás haciendo? —añadió y dejé escapar una leve carcajada. Me acerqué entonces a donde se encontraba mi móvil y lo cogí.

—Perdona, estaba haciéndome el café —respondí, enseñándole la taza.

Me senté entonces frente a la mesilla que teníamos en la cocina y dejé el móvil apoyado en la maceta que había en el centro de esta para que Abby pudiera verme bien. Ella, en cambio, se encontraba aún en la cama y sostenía su móvil con una mano; por lo que podía disfrutar de un perfecto plano de su mentón.

—Admite que tenía razón —insistió canturreando.

—Sí, vale... Tenías un poco de razón. —Suspiré.

—¿Solo un poco?

—Solo un poco —afirmé para picar. Abby era una cabezota por naturaleza, así que no solía aceptar un no por respuesta y le gustaba oírte decir lo mucho que ella no se equivocaba—. El problema no está en que los chicos sean unos salvajes ni en su rollo, porque mi hermano y Sean son normales... ¡El problema está en Dereck! Ese niñato infernal me saca de quicio.

—Vaya, gracias... —Una rasgada voz se coló por mis oídos, sobresaltándome. Me giré al instante y me encontré con el dueño de esos ojos verdes que, literalmente, me habían estado robando el sueño—. He pasado de ser un demente a un niñato infernal, ¿qué será lo siguiente, Olsen?

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora