DERECK
No podía parar de contemplarla. Ella era como un diamante en bruto, como el sol que amanecía cada día, mientras que yo... solo era la mísera piedra que se había interpuesto en su camino. Ese nubarrón que tapaba toda luz solar más incipiente.
Era la segunda vez que dormía junto a Natalie, algo a lo que le había cogido el gusto desde la primera vez. Estaba apoyada en mí, con uno de sus brazos rodeándome y con su mejilla en la zona de mi pectoral, durmiendo. Notaba esa serena respiración sobre mí y no paraba de preguntarme sobre qué estaría soñando su cabecita. Me daba bastante curiosidad saber si alguna vez yo habría aparecido en su mente alguna noche y si ahora resultaba ser una de esas ocasiones.
No iba a negar que, en mi caso, ya había soñado con ella. Varias veces. La primera había sido en un sueño algo fogoso, lo normal, uno como otro cualquiera en el que podía salir alguna tía buena. Pero poco a poco... esos sueños se empezaron a volver más profundos. Nunca había sentido algo parecido por alguien. Y ese desconocimiento sobre mis sentimientos me hacía sentir extraño, conseguía sacarme de quicio pensar tanto en ella.
Me moví despacio sobre el duro colchón de muelles, intentando incorporarme. Me dolía todo el cuerpo, cada movimiento que hacía, como si sintiera unas agudas punzadas en todos y cada uno de mis músculos, y aún podía sentir los golpes y patadas que se habían atrevido a darme esos dos cabrones anoche. Pero tenía más que claro que no iban salirse con la suya. Cuando me recuperase, tarde o temprano tendrían su merecido.
Conseguí que Natalie se apoyara sobre la almohada sin llegar a despertarla. Solo se agitó por entre las sábanas de esa manera tan adorable y se acurrucó para ponerse en una posición más cómoda. Dormía tan plácidamente que no quería perturbar su sueño, así que solo le di un suave beso en la cabeza antes de levantarme de la cama.
Después cogí la primera camiseta que encontré encima de la silla del escritorio y decidí hacerle una visita al baño.
Exhalé desprendiendo toda mi impotencia al ver mi reflejo. Estaba hecho una porquería. Las heridas del rostro apenas me dolían, de hecho, ya habían formado costra. Y estaba seguro de que eso había sido gracias a ella y su templanza al curarme. Pero la peor parte se la había llevado el resto del cuerpo. No cabía duda alguna de que los moratones que había en él iban a tardar en desaparecer y en dejar de doler.
Me cambié las vendas de las manos que tapaban mis entumecidos nudillos y, tras asearme, salí de allí revisando por encima las novedades que tenía en el móvil. Encontré un largo cúmulo de llamadas y mensajes que provenían mayoritariamente de... Vanessa. Para variar.
Por un momento tuve la inercia de llamarla de vuelta, de contestar y preguntarle qué pasaba. Tenía tan arraigada la rutina, tan metida dentro de mí esa costumbre de haber intentado ser el novio perfecto durante tanto tiempo que, por un segundo, se me pasó por la cabeza hacerlo. Pero obviamente acabé ignorándola. Acabé aterrizando en la realidad de que... ya no había nada entre Vanessa y yo.
ESTÁS LEYENDO
Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]
Teen Fiction¿Puede haber alguien más insoportable en el mundo? Definitivamente Dereck Hughes es arrogante, maleducado, prepotente y un casanova en toda regla. No suena muy bien ¿verdad? Resulta bastante difícil lidiar con esa personalidad que tiene, pero aún m...