¿Puede haber alguien más insoportable en el mundo? Definitivamente Dereck Hughes es arrogante, maleducado, prepotente y un casanova en toda regla.
No suena muy bien ¿verdad? Resulta bastante difícil lidiar con esa personalidad que tiene, pero aún m...
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A nadie, en su sano juicio, se le ocurriría algo como aquello, sino que solo podía venir de la mente del propio Dereck Hughes. Sin dejarme mucho más tiempo para razonar sobre ello, repentinamente se decidió a traspasar la barandilla; saltándola con esa agilidad en sus movimientos.
Sus pies se posaron con total normalidad en la pequeña extensión de suelo que había al otro lado de la valla y sus manos estaban agarradas a ella para no perder el equilibrio.
—Dios, Dereck... ¡vuelve al otro lado! ¡Estás loco! —Alcé la voz. Me daba bastante impresión verle al borde del abismo. Con un simple paso en falso, caería de bruces al mar—. ¡Es una completa locura!
—¿Y qué sería de la vida sin locuras? —pronunció, sacándome de quicio. Esa chulería entremezclada de templanza conseguía sorprenderme y a la vez sulfurarme.
—Ahora te toca. —Sonrió, tendiéndome la mano—. ¿O prefieres quedarte aquí?
Tenía una enorme contradicción mental. Ese lado temerario de mí quería salir, arriesgarse y experimentar por una vez esa sensación de romper las reglas. Mientras que otra parte de mí solo me susurraba lo disparatada que era la idea.
Cuando miré hacia atrás y vi que se habían sentado en el banco más cercano a nosotros, justo detrás nuestra, tuve que obligarme a dejar de pensar.
Tomé la mano de Dereck y, con sumo cuidado, salté la valla para ponerme a su lado. Aunque traté de no reparar en la altura que tenía bajo mis pies, el mareo se apoderó rápido de mi cuerpo al ver la caída y la inmensidad del mar esperándome.
—Dios mío. —Tragué saliva, con el corazón a mil. Todo ello era una muy mala idea.
—A la de tres saltamos juntos —dijo, entrelazando sus dedos con los míos. El viento no ayudaba a que mis nervios amenizaran, sino que enfatizaba todavía más esa sensación de malestar. Dereck, en cambio, parecía cada vez más ansioso—. Una... dos y ¡TRES!
Sin pensarlo dos veces ambos nos impulsamos al vacío.
Sentí cómo mi estómago subía hasta mi garganta, haciéndome gritar, aletear en el aire, notando la velocidad bajo mis pies, cómo mi peso era atraído forzosamente por la gravedad. Cerré los ojos con frenesí, mientras oía cómo Dereck lanzaba un desgarrador grito de libertad al cielo.
En cinco sencillos segundos, el agua del mar nos envolvió con su fría temperatura y nuestras manos se soltaron sin quererlo. El oleaje del mar me azotó con potencia arrastrándome hacia un lado, agobiándome unos segundos, tintando mi cuerpo de escalofríos, e incluso sentí cómo mi zapato izquierdo se desprendía bruscamente del pie.
En cuanto pude, me impulsé con todas mis fuerzas hacia la superficie. Pegué una buena bocanada de aire cuando conseguí llegar a la superficie y mi cuerpo respondió con varias toses. A pesar del frío y haber tragado bastante agua, la adrenalina ya recorría mi sangre con ahínco. Esa euforia en mi interior había despertado.