19. No soy su chica

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Era viernes tarde

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Era viernes tarde. Me levanté de la cama tras ver que mi intento de echar una cabezadita no estaba funcionando. Tenía bastante sueño, pero mi mente no dejaba de darle vueltas a todo tipo de temas, una vez más. Desde hacía unos días -concretamente desde la barbacoa de Adam- me había costado bastante pegar ojo. Suponía que la simple razón de mi reciente insomnio era que estaba nerviosa por la universidad y por las tonterías de Candace tras su ridícula declaración de guerra. O, por lo menos, quería pensar que tenía esa explicación.

Me dirigí a la cocina en busca de algo que pudiera llevarme a la boca y así matar un poco el aburrimiento con comida. Sobre la puerta del frigorífico encontré una nota que había dejado mi hermano explicando que se había ido al supermercado con Sean para comprar provisiones de comida y alcohol, puesto que Trevor nos había invitado a una fiesta en su fraternidad esa noche.

—Pero ¿a quién tenemos aquí? —Escuché de pronto una voz a mi lado, lo que me hizo rápidamente apartar la mirada del interior del frigo—. ¿Cómo va eso, preciosa?

Mis ojos se encontraron al momento con los de un chico que no había visto en mi vida. Era bastante alto y algo larguirucho, pero lo que más me llamó la atención de él fueron sus brazos repletos de tatuajes, donde uno de ellos era una serpiente cuya cabeza le llegaba hasta el cuello.

—¿Te conozco?

En aquel apartamento era bastante habitual encontrarme con gente desconocida, por lo que esta nueva situación no me sorprendió en absoluto. Se podía decir que, después de semanas viviendo ahí, ya estaba de lo más acostumbrada.

—No. Si me conocieras, créeme que te acordarías de mí —respondió junto a una sonrisa. Rodé los ojos como respuesta a la superficialidad de su comentario. Parecía bastante engreído—. Pero... estoy seguro de que puedo adivinar tu nombre ¿Qué me darías si lo hago?

Fingí quedarme pensativa durante unos segundos ante esa pregunta, pero en realidad no había nada que pensar porque no tenía por qué darle nada. Lo más probable era que aquella adivinanza tuviera truco o ya supiera mi nombre de antemano.

—¿Qué tal una palmadita en la espalda? —propuse finalmente. El chico arqueó las cejas al ver mi frialdad y las pocas ganas de seguirle el rollo, pero en seguida mostró una divertida sonrisa.

—¿Y por qué mejor... un besito? —dijo, se metió las manos en los bolsillos de manera inocente mientras se balanceaba con sus pies—. Aunque sea en la mejilla.

—Va a ser que no, mejor deberías de conformarte con esa palmadita —contesté devolviéndole la sonrisa—. O... con nada. Tú eliges.

—Vaya, eres dura de roer. Pero vale, acepto. Viniendo de ti... cualquier cosa es buena.

Me guiñó un ojo y mostró una gran sonrisa blanca que pretendía ser encantadora, pero sus coqueteos no daban resultado conmigo, ni se acercaba a conseguirlo. Continuaba preguntándome qué es lo que había motivado a ese chico a ponerse a ligar conmigo. ¿No tenía nada mejor que hacer?

Desde que Llegaste. © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora