Capítulo 76 - niños y centauros asesinos, no son una buena mezcla.

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— Es momento, Tod —habló con firmeza el pelirrojo—

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— Es momento, Tod —habló con firmeza el pelirrojo—. Ya no debes intervenir, deja que todo tome su curso natural como debe ser —ya no sabía qué más decir para convencer a su hermano de no participar ésta vez, se sentía desesperado. 

— No van a lograrlo, lo sabes —respondió serio dándole la espalda al mayor.

— No es justo que ayudes, ¡tú!, mejor que nadie debe saber la importancia de ser imparcial, de ser neutral, de ser ecuánime, es por lo que te riges, ¿y no vas a respetarlo?

— Zeit —lo llamó—, puedes usar todos los sinónimos que quieras, y no me vas a hacer cambiar de opinión.

— ¡Es trampa! —se frotó toda la cara con impaciencia.

— ¡Trampa es lo que hará él! —su voz retumbó en todo el lugar—. ¡Llevará a los centauros al Santuario aprovechando que sólo estarán tres caballeros dorados y el patriarca para defenderla!

— ¡También están las amazonas y los aprendices!

— Zeit, en otras circunstancias, eso sería más que suficiente, pero él, no tiene planeado sólo enviarlos, ya que está consciente de la evidente desventaja de sus asesinos contra esos hombres, que de por sí fuertes tienen algo más a su favor.

— ¿Qué? —estaba tratando de desacelerar su respiración. 

— Una razón personal y compartida para pelear incluso hasta su muerte, una razón con más significado de lo que sería pelear por Athena.

Antes de responder, se quedó en silencio cerca de un minuto—. Tod... —habló con voz apagada—, ya déjala ir.

En Rodorio...

— ¡Ya te dije que dejes de seguirme! —caminaba rápidamente tratando de perderse entre la gente, pero al parecer el doceavo guardián era perseverante y rápido, muy rápido—. Se supone que me fui del Santuario dejándole los enanos a Milo para evitar la fatiga de aguantar esperpentos enfadosos y ruidosos, y ahora resulta que me está siguiendo el esperpento mayor —sentía su corazón acelerado por la adrenalina—. ¡No...! —¿o estaba acelerado por otra razón?

Dita lo alcanzó a tomar de la mano en un movimiento veloz que le costó casi tropezarse sobre el italiano, pero se amacizó y logró acercarlo hacia su persona.

— Y yo ya te dije que dejes de evitarme —sonrió con frescura.

— Voy a evitarte todo lo que se me dé la re ching... —estaba jaloneándose para zafarse, y de pronto el mismo Afrodita le soltó, provocando que el trasero y la espalda de Death besaran el suelo e interrumpiendo su palabrería.

— Eso te pasa por mal hablado —se burló.

— ¡J**ete! —le gritó mientras se paraba.

— Deja de ser tan Deathmask por un segundo y escúchame —dio dos pequeños saltos en su lugar, fingiendo un berrinche.

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora