Ha llegado un singular intruso al Santuario, le sacará canas verdes a más de un caballero de oro. No se sabe de dónde viene ni a quién pertenece, y menos si se irá o permanecerá a su lado, ¿lo averiguarán en algún momento?, ¿quién podría saberlo?
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11:30 p.m.
— Pequeña reina de mi corazón, no puedes dormir con la maceta llena de tierra abrazada —se encontraba sentado a un costado de la cama de la niña, esperaba a que se acomodara para arroparla y darle las buenas noches.
— Claro que puedo —apiló dos almohadas con una mano mientras detenía el objeto causante de su pequeña discusión con la otra—. No quiero que le pase nada —el lado derecho de su cabeza fue a dar sobre la pila que había hecho y llevó su mano libre a donde estaba su homóloga.
— Ya te he dicho que en mi jardín no le pasará nada. Podemos dejarla ahí esta noche y hasta que salga la plantita —desde hace una hora ya debería estar dormido, pero no lograba persuadir a la infante de que le hiciera caso.
— Quiero ver cuando salga —se aferró al objeto ya que Afrodita posó una de sus manos sobre el.
— Vas a llenar tu cama de tierra y también terminarás toda empanizada.
— No —negó frenéticamente al sentir como el mayor comenzaba a tirar de un lado de la maceta.
— ¡Ufff...! —se pasó la otra mano por el rostro al sentirse frustrado—. Te tengo un trato.
— ... —tenía los ojos cerrados y abrazaba su figura de cerámica recelosa.
— Deja que la lleve al jardín esta noche, estará acompañada y muy cómoda... —esperaba a que volteara a verle, pero seguía en la misma posición—. Y de desayuno habrá hamburguesas.
— ¡¿Hamburguesas?! —de un salto ya estaba sentada y prestando toda su atención al pisciano—. Con una condición —levantó uno de sus deditos para remarcar lo dicho.
— ¿Cuál? —sonreía internamente.
— Que tenga salchicha, jamón y mucho queso.
— Pero también llevará verdura.
— Sólo lechuga.
— Y una rebanada de jitomate.
— Con sal.
— Trato hecho. Y no le digas a ninguno de tus papás, sabes que no les gusta que comas tanto.
— Por el dedito —feliz, levanto su meñique en el aire.
— Por el dedito —la imitó.
— Toma —le cedió su maceta y se acurrucó en la cama.
— Buenas noches, bonita —la terminó de cubrir con la manta y le dio un beso en la frente—. Nos vemos mañana —salió de la pieza.
