Capítulo 81 - Cucaracha.

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Con lentitud, se adentró de nuevo en el doceavo templo, yendo directamente al jardín personal del pisciano

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Con lentitud, se adentró de nuevo en el doceavo templo, yendo directamente al jardín personal del pisciano. Con la vista, buscaba detalladamente algo que le pertenecía, al localizarla en el suelo, se sentó frente a esa pequeña maceta blanca cruzando las piernas.

Sus dos orbes púrpuras brillaron de curiosidad al ver una pequeña plantita con apenas dos hojas verdes plantada en la tierra que llenaba su maceta.

— Jummm... —se llevó una mano al mentón—. Te he atrapado, papá Dita —susurró dejando escapar una risita—. No creo que de un cabello nazca una planta —acarició ligeramente una de las hojas de la mencionada—. Esto no funcionó, necesito volver a preguntarle a Saga cómo conseguir un gemelo.

Y con esa idea en la mente, se dirigió a... ¿a dónde?, ¿dónde rayos está el guardián de Géminis ahora mismo? No lo ha visto en toda la semana.

— Bueno. Iré a Géminis.

Pasó Acuario, pasó Capricornio en dónde saludó y conversó un poco con su mamá y con el guardián del templo, y llegó a Sagitario, lugar en el que el mismo centauro se encontraba tomando un “té para los nervios”, pues la carga de dirigir a todo el mundo ahí y de cuidar a los más heridos está comenzando a hacerle más peso en los hombros, él sí que necesita un descanso.

La niña iba a pasar de largo, pero al ver al caballero en ese estado, decidió regresar sobre sus pasos y hablarle, sólo para asegurarse de que seguía con vida.

— ¿Estás muerto? —Aioros estaba sentado en el primer escalón de la entrada del templo, con la taza entre los dedos de ambas manos y la cabeza agachada, desprendía un aura fatigada.

— ... —no respondió, ni se movió.

— Oye —colocó su diminuta mano en el hombro derecho del mayor y lo movió con un aire de desesperación.

— ¡Milo destruyó todo el Santuario y no tengo granos en las pompis! —habló alto y rápido de un momento a otro, saliendo de su trance.

— ... —dio un salto hacia atrás y su rostro reflejó espanto.

— ¡Ahhh!... —respiró ruidoso y rápido—. ¿En dónde rayos estoy? —observaba a todas partes tratando de ubicarse, sentía que su corazón saltaba en su pecho con desesperación—. ¿Dónde?, ¿dónde...?

— ¿Estás bien? —se paró frente a él y tomó entre sus manos el rostro del griego, presionando las mejillas de éste.

— Que ángel tan enano —aún se encontraba un poco ido, ni siquiera veía a los ojos a la niña—. No, es más un demonio chaparrito (otra manera de decir bajo de estatura).

— Ahora sí te pegó fuerte —alzó una ceja extrañada, y presionó sus mejillas aún más.

— Por favor, dime que he muerto y que estoy en alguna otra parte que no sea el Santuario de Athena, ¡en dónde sea!, no soy exigente.

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora