Capítulo 18 - ¡Te tengo!

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Diez de la noche

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Diez de la noche...

 Aún no entendía, ¿por qué era tan elemental el cerrar tan tarde? Lo considera un tanto superfluo, pero al final de cuentas era inútil la opinión que le diera a su padre, dueño de aquélla instalación, no porque no tomara en cuenta a su hija, sino que el hombre siempre fue un entusiasta obstinado, buscando más ideas para sus "obras de arte", trabajando, según ella, más de la cuenta. Es un sujeto digno de admirar, eso no lo negaba, esta orgullosa de su progenitor, pero era muy exagerado en cuanto a tantas cosas, sobre todo en horarios de laborar. Estar listos ya desde las cuatro y media de la mañana realizando las piezas de pan y surtido de la misma índole, para estar ya atendiendo a la clientela a más tardar siete de la mañana y cerrar hasta las diez de la noche. Agradecía infinitamente que sea por turnos y no encargarse ella sola de toda la panadería, trabajando, normalmente una semana por las mañanas y otra por las tardes. Hoy le correspondía temprano, pero al ver a su padre tan exhausto insistió en terminar el turno y cerrar.

Si su padre era testarudo, ella lo era más, por lo que el mayor terminó cediendo y agradeciéndole, en el fondo de verdad se sentía agotado.

Estaba caminando por las poco transitadas calles de Rodorio al momento que se colocaba la bufanda que su padre le había prestado mencionando que sería una noche fría— «teníarazón» —, pensó ella. En otro tiempo habría más gente afuera, pero ahora, debido a los actuales riesgos y tristes acontecimientos, es muy pequeña la cantidad de personas que se aprecian andando por el área.

Siempre se ha caracterizado por llevar un paso acelerado al andar y en estos momentos no era la excepción, incluyendo también que ansiaba llegar, cenar algo que no tuviera que ver con el pan, e irse a la cama y descansar.

Soñaba despierta con esa idea, manteniendo levemente sus orbes miel cerrados; tan sumergida estaba en aquél sueño casi hecho realidad que no se dio cuenta en el momento que caminaba ya sin nadie más, a parte de ella, por el lugar.

Abrió los ojos, sonriendo—. Creo que me daré más prisa, de verdad ansío llegar a casa —terminada la frase logró apreciar que se encontraba sola. No le tomó mucha importancia, es algo que sucede a menudo, ya sea de noche o de día. Seguía avanzando, ahora con un poco más de rapidez.

A un par de metros, oculto bajo el manto de las sombras que formaban los enormes objetos inanimados, se encontraba un peculiar ser, observándola. Desde que sus vacíos ojos se encontraron con aquél cuerpo femenino, lo había declarado como suyo, como su presa.

No distinguía si esa muchacha era más bella que la de hace noches atrás, en este momento, no le importaba mucho. Ya la eligió, ya la deseó y ahora faltaba, como según ese ser pensaba, tomarla. Al final de la noche terminaría siendo el residuo de su irrefrenable deseo de éxtasis, que lo consumía a cada momento y le "obligaba" a perder el control sobre si mismo.

Se acercaba sigilosamente, pues no quería ser detectado. No temía, pero le quitaba parte de lo divertido a la situación el que su presa se diera cuenta de él, como había ocurrido en esa trágica noche. De no ser por esa impertinente chiquilla al darse cuenta de que era seguida, todo hubiera terminado ahí mismo, y nadie se hubiera dado cuenta de los restos hasta semanas después... ¡Pero no!... Tenía que arruinarlo. Esta vez se encargaría de que no ocurriera igual.

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora