Capítulo 46 - Un día con Milo de Escorpio (parte 2).

494 41 46
                                    

Un par de horas después de haber salido de Acuario (del templo), se dirigió hacia el área de entrenamiento en lugar de su respectiva casa, quería pensar un poco más sobre el tema y permanecer encerrado en Escorpio le agobiaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un par de horas después de haber salido de Acuario (del templo), se dirigió hacia el área de entrenamiento en lugar de su respectiva casa, quería pensar un poco más sobre el tema y permanecer encerrado en Escorpio le agobiaba.

Suspiró—. Será mejor que me distraiga con otra cosa, así que... «¡Aioria! ¿Estas ahí?» —no hubo respuesta—. «¡No me ignores, sé que estás escuchando!»

— «¡Milo! ¡¿Qué rayos?! ¡Se supone que tienes que estar trabajando! ¿En dónde estas?»

— «No tengo ganas de trabajar. Pedí que me cambiaran el turno, pero ahora he decidido que no iré hoy».

— «¡Ni se te ocurra Milo de Escorpio! La ultima vez que faltaste tuve que trabajar tiempo extra cubriendo tu lugar y gratis».

— «¿Le podrías decir al jefe?»

— «¡No!» —se le "escuchó" molesto.

— «¿Por qué? Después de todo es tu hermano».

-— «¡Sabes que se toma muy en serio su puesto! ¡Incluso más de lo que Shion se toma el suyo de patriarca! Si te importa tanto, dile tú».

— «Qué buen amigo eres Aioria» —"mencionó" sarcástico.

— «Ya te he cubierto varias veces, incluso a costa de mi sueldo, así que no Milo, esta vez no. Dime mal amigo, pero esta vez no puedo apoyarte».

— «Bien...»

— «Puedes venir unas horas y retirarte temp...»

— «... De todos modos no voy a ir hoy».

— «¡Milo!»

— «¡Adiós Aioria!» —al despedirse decidió ignorar el resto de palabrerías del león, de todas formas ya no tenía nada interesante qué decir—. Y ahora, ¿qué podría hacer que me entretenga lo suficiente? Umm... —llevó una mano a su mentón—. ¡Uff! ¿A quién engaño?, no tengo ánimos de nada —y de pronto se le encendió el foco—. Creo que ya sé. Aunque, qué aburrido hacerlo todo yo solo, necesito un cómplice, no creo que Camus quiera ayudarme, ni Mu o Aldebarán. ¡Jmm! ¡Ya se!

Cinco minutos después...

— ¡Milo se supone que tienes una orden de alejamiento! ¡¿Qué haces aquí?!

— Necesito un cómplice —la mueca en su rostro era como la de un pequeño niño que "no rompería ni un plato".

— No —respondió más tranquilo.

— ¿Por qué no? Por favor —le observaba suplicante.

— Consíguete a alguien que sea igual de infantil e inmaduro que tú y quiera hacer vagancias contigo.

— ¡Sólo finjo ser inmaduro e infantil porque es divertido! —se lanzó al suelo sujetando una de las piernas del español—. ¡Oh! Qué buenas piernas, ¿haces ejercicio?

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora