Capítulo 33 - Cuidando al par de enanos, por Mu de Aries.

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Al día siguiente

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Al día siguiente...

Eran las nueve de la mañana recién, y ambos arianos se encontraban en la entrada del cuarto templo, Death les entregaría a la infante y los utensilios necesarios para su cuidado. 

Se notaba muy emocionado—. ¿Por qué el señor Death tarda tanto? —daba saltitos sobre su lugar mientras jalaba la capa de su maestro.

— Tranquilizate Kiki, aún no termina de preparar a Belén ni la mochila de sus cosas —respondió mientras desarreglaba el cabello del niño.

— Pues ni que fuera a mudarse con nosotros —hacía un leve puchero y fruncía el entrecejo.

Rio—. Pero se requieren de muchas cosas para cuidar de un bebé.

— ¡Aquí esta! —llamó la atención el cuarto guardián—. Necesitarán esto—. Llevaba una maleta en cada mano, ambas enormes, y sin señales de la niña.

— ¿Para qué tanto? —preguntó extrañado el de cabellos castaños.

— En esta —alzó más alto una de las maletas—, hay pañales, talco, toallas húmedas, tres cambios de ropa, calcetines, unos zapatos...

— Pero aún no camina —interrumpió de nuevo el niño.

— Es por si desean traerla como si caminara. Ya no me interrumpas, sino, nunca terminaremos —empezaba a enfadarse de aquello.

— Ya qué —habló encogiéndose de hombros.

— ¿En qué estaba? ¡Ah si! Varias medidas de leche en polvo para el biberón, cuatro toallitas para que no se ensucie al comer, tres biberones limpios, una botella grande de agua natural que recientemente fue hervida, un gorro por si hace frío más tarde... —a Kiki le sorprendía bastante el montón de cosas que mencionaba el de Cáncer—, creyendo que su maestro tendría una cara de sorpresa parecida a la suya, dirigió su vista hacia éste, que con su acostumbrado semblante sereno, observaba y escuchaba atento lo que decía su compañero—. una almohada para su siesta de la tarde, dos cobijas y su peluche favorito.

— Imagino que es un oso —habló el ariano mayor.

— No, es un alacrán.

— Adivino, Milo.

— El peluche era de Milo, el engendro se lo quitó, y él lloró —dijo con simpleza.

— ¿Y en la otra maleta? —señalaba el objeto.

— Son sonajas, más peluches, que también les ha quitado a los demás, pequeñas pelotas, entre otros juguetes —terminado el recuento, sin aviso, colocó una de las maletas en los brazos del más pequeño y la otra la puso en las manos del tibetano—. Es todo.

— ¿Y Belén?

— ¡Oh! Lo olvidaba —se giró dándole la espalda a Mu—. Me ayudas a sacarla de ahí —se encontraba atada a la cangurera con su pecho pegado a la espalda del cangrejo, estaba despierta tratando de comerse el cabello de quien la traía.

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora