Capítulo 70 - Eres mi amigo, pero ella es mi hija.

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En un parpadeo, la mañana pasó como si nada, Camus no tuvo otra opción más que llevarla a donde se lo pidió

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En un parpadeo, la mañana pasó como si nada, Camus no tuvo otra opción más que llevarla a donde se lo pidió.

En casa de Géminis, cuando ya se había marchado el onceavo guardián, y luego de tratar de explicarle como pudo a Saga sobre la situación, el tercer custodio creyó que iniciaría su día discusión tras discusión a causa de la presencia de Belén, pero la infante simplemente se coló en la cocina, subió a una de las sillas de madera, y cruzó los brazos sobre la mesa, colocando su cabeza encima, no habló, sólo esperó hasta que alguien llegara por ella y se la llevara a otro templo.

Por la tarde...

Ya estaba en Tauro.

— Niña, llevo hablándote desde hace cinco minutos para que vayas a comer, ¿no me escuchaste? —Aldebarán entró apresurado a la habitación de la menor, quien yacía cubierta completamente por una cobija, sólo llevaba la cara destapada y se encontraba observando fijamente a nada en particular—. ¿Te sientes bien? —al notarla extraña, se preocupó—. ¿Te duele algo, cariño? —se hincó sobre el suelo, cerca de ella.

— No tengo nada —con un tono casi imperceptible, habló sin girarse a verlo—. Tú come, papá. Yo no quiero.

— ¿No estas enferma? —rozó la frente de ella con el dorso de su mano—. Es muy raro que no tengas apetito.

— Tal vez... después coma. Sólo quiero dormir un rato, ¿está bien?, por favor.

— Bien —respondió no tan convencido—, pero en cuanto despiertes vas a comer y, tú y yo hablaremos, ¿de acuerdo?

— ... —asintió. Segundos después Alde abandonó el cuarto—. No quiero más pláticas.

— Esto es muy extraño —habló para él y para alguien más en cuanto entró a la cocina, utilizada también como comedor.

— ¿Qué ocurre? —uno de sus compañeros y amigos se presumía sentado sobre una de las sillas de su, un tanto pronunciado, comedor de madera. Lo había invitado a comer con ellos.

— Belén no tiene apetito, y está acostada en su cama, toda cubierta y con la mirada perdida. Temo decir que comeremos sólo tú y yo.

— ¿No te dijo nada más? —estaba de brazos cruzados.

— Nada.

— Y ayer que la viste, ¿cómo estaba?

— Resulta que en la mañana, pasó de estar en Acuario a quedarse en Géminis. Después la recogió Aioria, y yo fui por ella alrededor de las ocho de la noche, me tardé más de la cuenta, pero eso te lo contaré en otro momento. Me la entregó en brazos, ya estaba dormida.

— ¿Le preguntaste a Aioria si notó algún comportamiento inusual? —alzó una ceja dubitativo.

— No creí que actuara de otra manera.

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora