Capítulo 15 - Son unos llorones.

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Llegó a Piscis pensativo

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Llegó a Piscis pensativo.

— Ahora que lo medito un momento, me parece extraño ver a tantos santos dorados conviviendo. Naturalmente sólo existe la cordialidad que se le tendría a un conocido, sin hacer pláticas innecesarias ni estar unos en templos de otros —pensó un segundo—. ¿Eso será amistad?, o ¿sólo es compañerismo? —caminó hacia su jardín—. ¡Vamos Afrodita! ¡¿Desde cuándo te interesa?! —se dio unas leves palmadas en las mejillas—. Seguramente en cuanto esa niña se valla todo volverá a ser como antes —inició cortando unas cuantas rosas—. Esa niña —sonrío y se ruborizó levemente al recordarla, después sacudió su cabeza, negando.

Tal vez sólo era su imaginación, pero le llamó la atención. Fue como si ella hubiese sabido cómo se sentía él en ese momento y de una u otra forma buscó reconfortarlo, los demás no se dieron cuenta, puesto que ocurrió al momento de empezar a andar a su templo con ella en brazos (sin querer), en Escorpio. Lo vio fijamente a los ojos de manera neutra, se notaba que sabía lo que hacía, él la observó un tanto extrañado y algo asustado. Se imaginaba que la bebé comenzaría a hablarle — «Qué estupidez» —. Se dijo inmediatamente. Al final ella le brindó una amplia y cálida sonrisa, y él, inconscientemente, la imitó, se sintió extraño, pero no de una forma negativa, fue un sentimiento bastante agradable a su parecer; como agradecimiento ante su pequeño y valioso acto, dio un dulce beso a la mejilla de la infante. 

— Aún me siento raro —suspiró—. ¿Todos los bebés serán así? ¡Auch! —debido a su distracción, ha agarrado mal el tallo de una de sus rosas y ahora tiene un bello hilo color carmesí recorriendo su dedo anular derecho—. Hoy estoy más torpe que de costumbre —llevó su dedo lastimado a sus labios—. Como sea —recogió todas las rosas cortadas y se adentró hacia la cocina del templo. En un florero las colocó de forma que ninguna opacara a la otra, todas lucían deslumbrantes sin importar el ángulo en el que se quisiese observar, claro, antes había introducido una tercera parte de agua al contenedor. Las dejó en una pequeña mesa que adornaba su habitación, daban un agradable aroma al ambiente que terminó relajándolo cuando decidió recostarse al fin, pero no se durmió al instante.

Estaba anonadado, observando el pálido techo de su habitación—. Aunque sea tan pequeñita, jamás imaginé que alguien me observara sin una pizca de deseo o envidia —posó sus brazos sobre su abdomen—. Demostraba una inocencia tan natural... Veía mi ser, y observaba mi alma, m-me sentí —volvió a ruborizarse— d-desnudo ante su mirada, más en ningún momento me sentí juzgado ni avergonzado. Me sentí... —empezó a alzar la voz. Se detuvo un momento y calmó su respiración, que comenzaba a agitarse—. Me siento... lleno... Vuelvo a ser una persona como hace mucho no lo era, y dejo de ser un maldito objeto de entretenimiento —sonríe decidido—. Necesito verla otra vez. Ahora —se levantó efusivamente de la cama y corrió, en pijama, escaleras abajo, ignorando completamente todo a su alrededor, sólo con una meta en la mente.

Se detuvo hasta que llegó al octavo templo, en el que conoció a aquél pequeño ser, el problema era que no encontró a nadie, aunque no le sorprendió puesto que ya era muy noche para estar de visita en el área del otro, pero ni siquiera se encontraba el custodio de la casa y eso sí no lo esperaba. Suspiró resignado y siguió bajando, tenía la leve esperanza de que ella estuviera en alguna de las siguientes casas, o en su defecto, encontrar a alguien que le dijera quién cuidaba a la niña esa noche, nada.

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora