Capítulo 13 - Pillados.

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— ¡Me iré digas lo que digas! —la chica estaba al borde de la desesperación

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— ¡Me iré digas lo que digas! —la chica estaba al borde de la desesperación.

— ¡No quiero que te vayas! —sus ojos reflejaban suplica.

— ¡Dile de una vez! —regañó Camus.

— No tengo nada qué decirle —se cruzó de brazos con aires de orgullo mirando hacia otro lado.

— ¡Es ahora o nunca Milo! —insistió el francés.

— ¡Calla, hielera con peluca!

— ¡¿Decirme qué?! —no entendía a qué se referían.

— ¡Todavía que me preocupo por ti!

— ¡Ahora resulta, que tengo que agradecerte por eso!

— ¡Respóndanme! —era ignorada completamente por ambos jóvenes.

— ¡Nunca dije eso! —mencionó molesto.

— ¡Grrr...!

— ¡Explíquenmelo de una maldita vez!

— ¡Se lo diré yo entonces!

— ¡No te metas en los asuntos de los demás!

— ¡Sólo me buscas cuando necesitas algo de mi!

— ¡Si quieres quejarte de algo, hazlo de una buena vez!

— ¡Buaaahaaahaaa! —interrumpió un ser externo a su discusión, causando un corto e incómodo silencio entre los presentes.

Shura no lograba calmarla, por más que intentaba palabras dulces y leves mimos, ella seguía. Lloraba de forma extrañamente diferente, se notaba fácilmente que era debido a la discusión de los otros. Sin saber pronunciar palabras aún, se hizo escuchar y entender, esa situación era algo que no le gustaba en lo absoluto.

Pasó por los brazos de la mayoría, pero no se detuvo hasta que llegó a los más fríos que había en ese lugar. Con los ojos hinchados y aún rojos, observaba fijamente al de cabellera aguamarina, con una mirada penetrante para alguien de su edad y poseyendo un dejo de molestia en ella. Fijó, luego y por un momento, la vista en Milo, lo veía igualmente de forma severa.

Ambos muchachos se tensaron, por un momento sintieron el regaño por parte de la niña, y de forma inconsciente pronunciaron al unísono un débil pero perceptible lo lamento. Cambió el semblante de la chiquilla pero aún se le veía molesta.

— Eso fue intenso —rompió el silencio el de la cuarta casa.

— No es algo que me importe en realidad —siguió molesta—. Me largo ahora mismo —emprendió camino hacia la salida del templo.

— ¡Shina, espera! —el escorpión intentó seguirla.

— ¿Qué pasa aquí? —resonó la sonora voz del patriarca.

— Señor —se acercó rápidamente a él—, ¡ahí esta la niña! Yo no le mentí —señaló en la dirección del de Acuario.

— Lo sé. —se acercó rápidamente al galo y vio con un dejo de desprecio al retoño que el joven llevaba en brazos—. Creo que hasta ahora había sido claro con las normas de este Santuario.

— P-pero señor —se levantó de la silla seguido por los demás.

— No me interrumpas Mu —observó enojado a su antiguo alumno—. Como patriarca, espero que sigan las órdenes impuestas, no sólo por obligación, sino porque fueron creadas con el propósito de mantener un equilibrio y seguridad para todos los residentes que habitan este lugar. Se supone, que como santos de más alto rango aquí, tienen la obligación de dar el ejemplo y encargarse de hacer cumplir el reglamento. Pero —observó a todos y luego a ella—, son los que más faltas han cometido, dejando el nombre y el honor de sus constelaciones por los suelos. Me decepcionan —su mirada era tan severa, tan llena de desprecio, ninguno lo había visto de esa manera jamás. Sintieron miedo, tanto que fue imposible ocultarlo, su cuerpo entero tiritaba.

Shion se encaminó directo al francés, éste al verlo venir se aferró con ansiedad a la bebé, se imaginaba lo que ocurriría después.

— Dámela —dijo autoritario y extendiendo sus manos hacia el galo, éste negó frenéticamente con la cabeza—. ¡Dámela si no quieres que te la quite a la fuerza!

Todos observaban impotentes, se sentían verdaderamente inútiles.

Camus no respondió, seguía aferrado a ella y veía temeroso y desafiante a Shion. No logró evitar que una cristalina gota llena de sentimientos encontrados escapara de su ojo izquierdo. La niña observaba al muchacho, asustada. La acción del joven sorprendió a los presentes, pero no era el momento para comentarlo.

— ¡Camus de Acuario, dame a esa niña! —mantuvo su postura y esperó a que el mismo mencionado actuara por si solo.

Se cristalizaron más los luceros del acuariano, pero ya no derramaban ni gota. Se había petrificado, no pensaba y no reaccionaba.

Segundos pasaron de silencio y de un constante duelo de miradas entre ambos hombres.

— ¿Y bien? —empezaba a perder la paciencia el mayor.

El francés seguía en las mismas condiciones, hasta que el tacto de una cálida mano se posó sobre su hombro, salió del trance.

Su mirada fue a parar al muchacho de cabellos azules, cargaba una enorme tristeza en su semblante y unos ojos llenos de resignación, estaba consciente de lo que ocurría, no quería que la situación empeorase más de lo que ya estaba.

— Vamos amigo —sonrío tristemente—. En estos momentos ninguno de nosotros puede hacer nada. Preferible terminar lo mejor que se pueda y después, veremos qué hacer.

El de hebras aguamarina negó lentamente y con la mirada pedía suplicante que no dijera eso, él no, ¿a caso se ha rendido sin siquiera dar pelea?

— No seas egoísta —siguió hablando suavemente—. Has lo que creas correcto. Por ella.

Observó a su alrededor, sus amigos asintieron tristes, a Aldebarán se le veía destrozado, con los ojos apuntados hacia el suelo de mármol, siendo humedecido a causa de ellos. Exhaló pesadamente y volviéndose a la niña depositó un suave beso en su frente para después hablarle entre pequeños sollozos—. Estarás bien. No es el adiós —y la colocó en los brazos del de cabellos verdes para irse lentamente sin pronunciar nada más y sin ver a nadie a la cara.

— Planeaba la forma de hacerlos pagar, pero al ver sus rostros me doy cuenta que no necesitan más molestias de las que ya tienen —hizo una breve pausa—. Por lo tanto, lo único que ocurrirá es, que no sabrán jamás el paradero de esta niña, ni mucho menos lo que ocurra con ella. Se les tendrá prohibido mencionarla, y si intentan buscarla... Váyanse despidiendo de ser caballeros.


















Y bueno, como diría Dora la exploradora:

¿Cuál fue su parte favorita?

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora