Capítulo 8 - El caballero que llora cada tercera noche.

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Iba tan metido en sus pensamientos que no prestó atención a la conversación que llevaba Aldebarán con ¿alguien?, cuando cruzó por su casa

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Iba tan metido en sus pensamientos que no prestó atención a la conversación que llevaba Aldebarán con ¿alguien?, cuando cruzó por su casa.

Ignoraba por completo a los custodios de los doce templos, a excepción del guardián de la cuarta casa, que llamó su atención, parecía que llevaba prisa.

— «¿Por qué estará así, Deathmask?» —observaba confundido al mencionado—. ¿A dónde vas tan apurado Cáncer? —preguntó el de mechones celestes.

— ¡Qué te importa cara de trucha! —contestó sin detenerse.

— Qué grosero —siguió caminando.

Ahora estaba pasando por la casa de Escorpio.

— Hola Afro, ¿te ocurre algo? —preguntó algo preocupado el dueño del templo.

Éste lo pasó de largo y siguió caminando. Esta era, si sus cuentas no estaban mal, su tercera noche número 64 del año. La primera fue aproximadamente el 21 de Mayo, y desde entonces repetía lo mismo.

Llegó por fin a su fortaleza, la había convertido en eso desde hace mucho, encerrándose por completo, forzando a los demás a tomar "el camino largo", y no atravesar por su templo.

Al estar dentro sólo se mantenía estático, a mitad del lugar, su mirada veía a la nada y carecía de brillo. Las finas facciones de su rostro no mostraban sentimiento alguno, estaba enteramente vacío. Luego de varias horas, seguía igual.

Después de eso se dirigió, arrastrando los pies, hasta su jardín de rosas, se sentó en el suelo y moviendo la mirada hacia abajo comenzó...

Lloraba la pérdida de su orgullo, lloraba su soledad, lloraba la maldita suerte que le trajo su aspecto, lloraba todo. ¿Qué podía esperarse? Dos noches atrás se la pasaba "divirtiéndose", sin importar que fuesen hombres o mujeres, era igual. Llevaba mucho tiempo buscando amor, creyendo que sólo existía uno en su ámbito y que se le había negado por completo por ser quien era.

Al comienzo de esto eran sólo citas, conocer personas buscando la correcta. Y siempre terminó igual, sólo llamaba la atención de todos por la indiscutible belleza física que poseía, eso y nada más. Nunca escuchaba de ellos un "¿Cómo te sientes?" o "¿Qué tal va tu día?". Sólo les oía decir cosas repugnantes sobre su aspecto que preferiría no guardar en su memoria.

— Seguramente esta apariencia existe para ser usada al antojo, pero no al mío —continuaba llorando.

¿Por qué no ha parado esto? Lo intentó, pero después de esa repetitiva rutina, se convenció a sí mismo que, para alguien como él, era la única manera de recibir "afecto" por parte de otro. Se sentía estúpido. Permitía cualquier acto hacia su persona para sentirse querido, aunque fuese sólo por un escaso tiempo.

— Soy un completo idiota —recargaba sus manos en la tierra, rasgándola con los dedos. Dos noches las dedicaba a esos actos bajos y la tercera se la dedicaba a él mismo, odiándose.

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora