Capítulo 72 - A veces.

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Extrañamente, después de que Afrodita se fue a su templo y Aioros se quedó en completa soledad de nuevo, un rato más tarde, casi todos sus camaradas de oro se encontraban en el área de entrenamiento, incluso la más joven del Santuario

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Extrañamente, después de que Afrodita se fue a su templo y Aioros se quedó en completa soledad de nuevo, un rato más tarde, casi todos sus camaradas de oro se encontraban en el área de entrenamiento, incluso la más joven del Santuario.

— ¡Qué milagro que vienen por acá! —alzó la voz el centauro griego.

— Agradécele a Dita, se tomó la molestia de pasar por todos los templos y decirnos, de una manera muy a su estilo, que viniéramos a entrenar —respondió Shura.

— ¿Qué les dijo? —enarcó una ceja, denotando curiosidad.

— "¡¿Qué haces aquí, mequetrefe?! ¡¿crees que el mundo se va a salvar solo?! ¡Mueve tu trasero gordo y flácido de esa silla y ejercítate, ahora que todavía no estas como para rodar por las escaleras!" —habló el león—. Al menos eso me dijo a mi.

— A mi me dijo: "dos tazas más de té, y te parecerás más de lo que te gustaría a Shion" —secundó Mu.

— Dijo que el que sea el más alto de la orden no quiere decir que tenga derecho de comer lo que comería toda la orden,  me quitó el chocolate que estaba por comerme, y se llevó a Belén —un poco acongojado mencionó Aldebarán.

— Dijo que mi cuerpo ya no parecía de "lavadero", sino de "lavadora" —casi gruñendo, también habló el de la tercera casa.

— ¡Ja, ja! ¿Tú también, Saga? —rio Aioros.

— Lo que me dijo a mi fue que si hiciera ejercicio tan bien como hago el aseo en mi casa, sería el más "bueno" de la orden — habló, Shura, con los brazos cruzados y expresión seria—. Pero no estoy aquí por eso. Mi autoestima nunca se ha prestado a hacer caso a cosas tan tontas como esa —terminada esa frase, los demás afectados dieron indicios de sentirse avergonzados por sí haber caído en ello.

— ¿Y por qué estás aquí entonces? —cuestionó Saga.

— Como Afrodita vio que no me moví de mi lugar, me tomó por los aires y me lanzó hacia afuera del templo, no sin antes quitarme las llaves para cerrar la puerta.

— ¿Qué hay de ti, Milo? —todos se giraron para ver al mencionado.

— Pues, llegó, me dijo que cuidara de la bichita y que saliera porque ya llevaba mucho tiempo en cama. Y me dio una manzana roja, diciéndome que comiera frutas y verduras, luego se fue —él hablaba sentado en una de las gradas con la niña sentada detrás suyo en la que consecutivamente quedaba más alta, pues se encotraba cepillando y cepillando la abundante cabellera del escorpión, ésta vez llevaba consigo una pequeña mochila para cargar sus cosas, obsequio hecho a mano por el de Capricornio.

— Esa manzana estaba en mi frutero —añadió el geminiano.

— Te vez bastante bien, ¿cómo te sientes? —sonrió el noveno guardián.

— Sólo me sentí fatal el primer día, los demás, simplemente fui muy dramático —también sonrió, casi con burla.

— Eso me hace reafirmar que no tengo porqué sentirme mal de haberte tirado la sopa de verduras hirviendo encima —se podría decir que el rostro de Shura se "iluminó de felicidad".

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora