Capítulo 68 - Un día con Camus de Acuario (parte uno).

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 — T-tu exprimidor explotó, Saga —su cara y cabellos estaban pintados de gris

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 — T-tu exprimidor explotó, Saga —su cara y cabellos estaban pintados de gris.

— Ahora tú limpiarás la cocina —seguramente le daría un infarto en cualquier momento.

— En mi defensa, ya lo habías usado mucho antes.

— Eso es verdad —secundó la niña.

— ¿De qué lado estas, niña?

— ¿Tengo que estar de un lado?

— Creo que no llegué en un buen momento, ¿verdad? —alzaba una ceja serio, habló desde la entrada de la cocina.

— ¡Cof! Hola Camus. Hemos sufrido dificultades técnicas —estaba abanicando con su mano para disipar un poco el humo.

— Lo noté. ¿Qué problema tienen?

— A Saga no le sale el jugo de naranja —sonrió.

— Aioros, a este paso todo el Santuario lo sabrá —gruñó.

— Ummm... —lentamente se acercó a la mesa donde tenían las sobras de los ingredientes que habían estado utilizando—, ¿será que les sale mal —sostuvo en sus manos una bolsa de plástico con un polvo blanco dentro— porque al jugo de naranja no se le pone azúcar?

— ¡Niña, me dijiste que le faltaba azúcar a algo que no lleva azúcar!

— ¡De todas formas estaba desabrido!

— También depende mucho de las naranjas. Es lo único que necesitas Saga, naranjas.

— ¡Ja, ja, ja! Lo siento. Continúa, Camus —de nuevo lo entendió en doble sentido.

— ¡Entonces he perdido dos valiosas horas de mi tiempo en vano por culpa tuya!

— ¡¿Qué culpa tengo yo que le hicieras caso a una niña?! —la menor se defendió.

— Belén —sin alzar la voz, hizo que la pequeña se encogiera de hombros por un instante.

— ¿S-si?

— Ven aquí, debo hablarte -extendió uno de sus brazos y su contraria tomó su mano para bajarse de la silla, caminaron juntos hasta el pasillo principal.

— En verdad lo siento, Saga. Te compraré otro exprimidor.

— Más te vale —recargó uno de sus codos en la mesa y consecutivamente su mentón en la mano de ese brazo. Le observó con enojo.

— ¿Qué ocurre? —preguntó la niña más relajada.

— Ocurren muchas cosas, pero lo principal es que —puso una de sus rodillas en el suelo y colocó el brazo sobre su pierna, trataba de quedar más a la altura de la criatura—, me gustaría pasar tiempo contigo, ¿qué dices?

— ¿Dormiré en Acuario?, ¿tendré mi propia habitación como en los templos de mis papás y mamá? —de pronto comenzó a dar saltitos de felicidad en su lugar.

12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora