Ha llegado un singular intruso al Santuario, le sacará canas verdes a más de un caballero de oro. No se sabe de dónde viene ni a quién pertenece, y menos si se irá o permanecerá a su lado, ¿lo averiguarán en algún momento?, ¿quién podría saberlo?
...
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— Sólo serán tres días —habló terminando de empacar sus cosas—. Iré para reportarme y ver qué tal van con su vida, no es necesario que me acompañes —sonreía al menor.
— Pero... —ya no sabía qué otras palabras utilizar para convencerlo de que lo dejara acompañarlo—. Maestro, déjeme ir con usted.
— ¿Para qué? —preguntó sin rodeos mientras trataba de cerrar su maleta—. No hay nada interesante en el Santuario, créeme. ¡Jmmm...! —los broches no cedían—. Sólo un montón de hombres extraños que están locos por una bebé. Aunque... —meditó un momento—. Actualmente ya no es tan bebé.
— ¿Se refiere a Athena?
— No. Esa chica no se ha dignado a aparecer aún, y dudo que lo haga pronto.
— Entonces, ¿quién es esa bebé?
— Pues, una bebé. Una humanita común, que apareció así sin más un día.
— Es extraño.
— Lo sé. Pero ahí está y seguramente estará por mucho tiempo, me supongo.
— Aún así, de verdad me gustaría acompañarlo. Me emociona la idea de al fin conocer el Santuario y a los demás caballeros de oro, al patriarca e incluso a esa niña. ¿Puedo ir?
— ¿Y qué hay de Shunrei? —habló sonriente—. ¿Planeas que se quede sola aquí?
— Me ha dicho que no tiene ningún inconveniente, después de todo es poco tiempo y no le agrada mucho viajar.
— Tú y yo sabemos que ella iría detrás de ti hasta el fin del mundo —posó una mano sobre la cabeza de su contrario y lo despeinó—. Te encargaste de convencerla para que no fuera, ¿cierto?
— ¿Q-qué le hace pensar eso?
— Soy tu maestro. ¿Por qué no deseas que vaya?
— Lo que menos me gustaría es ponerla en peligro. En el Santuario, puede que lo esté.
— Bueno, eso es verdad. A pesar de que se han aminorado los ataques a los pueblerinos desde que Aldebarán combatió con el Minotauro, aún se hacen presentes de vez en cuando.
— Ella lo entendió a la perfección, y nos desea suerte, claro, en caso de que me deje ir con usted.
— ¡Pues ve preparando las maletas!
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