Capítulo 25 - Ellos (parte 2).

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La pegaba lo que podía a él, quería sentirla, quería sentir que era real, que la tenía de nuevo, aferrándose tanto a ella para que nadie se la volviera a quitar

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La pegaba lo que podía a él, quería sentirla, quería sentir que era real, que la tenía de nuevo, aferrándose tanto a ella para que nadie se la volviera a quitar. Era tan inevitable su llanto de alegría con una pizca de tristeza, estaba deshaciéndose de todo lo que había dicho y sentido tiempo atrás, y es que como siempre... ella le ganaba.

Los otros dos sólo observaron la escena, sin juzgar, sin burla. Una sonrisa de consuelo se trazó en ambos rostros, y sus ojos entrecerrados humedecieron sus mejillas. Ese momento era simplemente conmovedor.

Un par de minutos pasados, Camus paró sus sollozos y se incorporó volviendo su mirada a los muchachos detrás de él, con la bebé aún pegada a su pecho, les dedicó una sonrisa amplia y reflejante de la gran dicha que sentía.

— No saben, lo agradecido que estoy con ustedes, amigos. Siento mi actitud de antes.

—  No hay nada que perdonar. Todos cometemos errores, es algo natural —dijo el castaño.

— No eras el único que no estaba de humor antes de enterarse que ella sigue aquí. Cuando se está en ese estado, la mente se turbia y uno no piensa con claridad ni lo que dice ni lo que hace —habló sonriendo el brasileño.

El de cabellos aguamarina volvió a sonreír y posó su vista ahora en la menor, que llevaba la piel pintada de rojizo gracias a la fiebre—. Te ayudaré a bajar esa temperatura —hizo un breve recorrido con su dedo índice desde la frente de la niña hasta su nariz, presionando levemente ésta y besándola cariñosamente después.

— ¿Estas bien aquí?, o ¿quieres llevarla a Acuario? —preguntó Aldebarán.

— ¿Van a confiármela? —dijo sorprendido.

— Claro —sonrío—. ¿Por qué no deberíamos?

— ¿Puedo llevármela un momento, entonces? —se le notaba emocionado.

— Te necesita ahora más que a nadie. No hay problema si la cuidas un corto tiempo, por supuesto, si no tienes inconveniente —respondió el león.

— Me encantaría, pero, mi guardia comienza en unas horas.

— Puedo hacer guardia sin problema —dijo el dueño del templo.

— Pero también haces guardia en la mañana. Es algo cansado.

— Aldebarán, deja que lo haga yo. Normalmente no hay mucho que hacer a esa hora, y no creo que le moleste a nadie mi ausencia por una noche, pues ya hemos descubierto todo lo posible con respecto al caso de losniños —posaba una de sus manos en el hombro del de más altura.

— Si no le molesta a Camus. No hay problema.

— Se los agradezco.

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12 hombres y un bebé (Caballeros Del Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora