¿La Luna Y La Oscuridad Amigas?

3.8K 338 5
                                    

– Eres una dormilona. Levántate ya de la cama. – oí una voz que me obligo a abrir los ojos.

Estaba en mi habitación... Bueno, en la habitación que tenis en la casa del grupo. Me quedé observando mi alrededor durante unos segundos, intentando encontrar a quien pertenecía la voz, pero todo fue en vano.

– Por fin. – habló alguien de nuevo. Esta vez la voz me llevó hacia la puerta de la habitación.

– Dante. – suspiré quedándome en shock. Me levanté de la cama y le di un abrazo. – Te echo de menos. – añadí después del abrazo, sintiendo como de mis ojos salieron las primeras lágrimas.

– No tienes por qué. – susurró acercando sus labios a mi oído derecho.

– ¿Cómo qué no? Eres mi hermano. – me aparté un poco de él para poder mirarla a los ojos.

– No lo soy y lo sabes, debes aceptarlo. – se puso serio y se quedó fijamente mirándome a los ojos.

– No digas tonterías. ¿Dónde está Alex? ¿Y los demás? – pregunté y le di la espalda.

– Aquí mismo. – respondió en seguida. Me di la vuelta hacia la voz y en la puerta estaba Alex. Sorprendida me quedé analizandole. ¿Que demonios estaba pasando? Me pregunté a mi misma en mi mente.

****

– Esta volviendo en si. – anunció una voz desconocida.

Abrí los ojos y bruscamente me senté en la cama. Me quedé mirando la habitación en la que estaba. Las paredes eran de un color morado. Toda la decoración parecía hecha de un cristal caro, de distintos colores. En cada mesa había una maceta con flores de diferentes tipos... Bastante exóticas, nunca las había visto.

– Bienvenida, bella dama. – me interrumpió la voz masculina de antes. Le dediqué gran parte de mi atención al chico. Era pelirrojo, pero no uno oscuro, sino tirando más bien al naranja de una puesta de sol. Era lacio y lo llevaba corto, peinado hacia atrás con gomina. Algún que otro mechón había decidido revelarse e iba en su contra, haciendo que mis ojos se fijaran en aquellas imperfecciones de su cabello. Su rostro quedaba completamente al descubierto; la piel blanquecina era impoluta, sin que ninguna mancha se atreviera a manchar aquel lienzo que lo cubría de pies a cabeza. Salvo un pequeño lunar en la mejilla izquierda, cerca de la nariz. Los latidos de mi corazón se aceleraron.

Era hipnótico. Sus labios rosados permanecían cerrados, y por un momento me pregunté como seria si se curvaran para una sonrisa. 
¿Eso era un anillo? Me fijé en el dedo corazón de su mano derecha.

No pude evitarlo mas y me atreví a mirarle a los ojos. Me arrepentí en aquel mismo momento. Unos ojos azules, fríos y penetrantes bordeados de tupidas pestañas rojizas me miraban fijamente, observando cada uno de mis movimientos. Sentí como la vergüenza se apoderaba de mi; mis mejillas pálidas irradiaban calor.

Como un caballero acercó, mi mano derecha a sus labios, para depositar un beso en ella. Sentí como un escalofrío recorrió mi cuerpo. La capa naranja como su pelo, llegaba hasta el suelo. Su ropa de príncipe me hizo suponer que le pertenecía el lugar en el que me encontraba.

Aparte la mano de sus labios y con la izquierda le pase la mano por encima, fijándome en que estaba vendada. Nada más verla me acorde de que me había hecho un corte en ella.

¿Y si dejas de babear con este sujeto y le preguntas por los demás? No se si te has dado cuenta pero estas en una habitación. SOLA. Con un desconocido. – se extendió en mi mente el susurro de Alex.

Al oír esas palabras, me quedé de piedra. Desorientada empecé a mirar por mi alrededor, me apoyé en la mano derecha para poder ganar algo de fuerzas y salir de la cama. La mano del chico me lo impidió, me cogió del antebrazo y con su fuerza no me dejó salir de ella.

– ¡Sueltame! – levanté la voz molesta y vi como en la puerta aparecieron dos mujeres de más o menos cincuenta años.

– Se ha despertado. – sonrió una y después de hacer una reverencia, se acercó a mi una de ellas. Clavó sus ojos anaranjados en los míos. Nada más verlos me acordé de los ojos de Jack. Tragué saliva nerviosa y aparté la mirada, encontrándome con la mirada del chico. Él se pasó con la mano izquierda por el pelo y dejó aparecer una fría sonrisa en su rostro... Más bien lo intentó, para intentar calmarme. – Sólo está alterada, diría que desorientada. Sus otras funciones vitales han vuelto a la normalidad. – anunció después de unos segundos la mujer.

– Gracias, Eleanor, puedes retirarte. – la serenidad de antes volvió a aparecer en la voz del muchacho. La mujer, de nuevo hizo una reverencia y salió de la habitación. Su atención se puso de nuevo en mi. Sus ojos analizaban cada movimiento mío. Me había quedado de piedra, era incapaz de moverme de la cama.

¿Juliet? Calmate... Respira, y calmate, le parecera sospechoso... Auqnue viendo que te has puesto roja y pálida de nuevo... Quizás le parezca normal. – oí de nuevo la voz de Aalex en mi mente, esta vez sonaba algo más desesperada que hace unos segundos. 

– Querida dama. ¿Te encuentras bien? – habló de nuevo el chico, dedicándome toda su atención. En su voz noté un intento de mostrar algo de tacto, pero fue en vano. – Mis hombres y yo te encontramos con tus amigos casi inconsciente. – aňadió después de unos segundos. Seguía incapaz de decir nada, no sabía donde estaba, con quien estaba y si podía confiar en el. Dónde están los demás? Me pregunté a mi misma. El lo sabía, el los mencionó, pero era incapaz de decirle una sola palabra. –  Si tiene responsabilidad sobre sus actos se demostrará. De lo contrario ella será la que se destruirá. –  susurró llevándose toda mi atención. – Tú debes ser la chica de lo profecía, verdad? – 

– Cómo es que la conoces? – pregunté con la voz temblorosa. Mis ojos se chocaron con su mirda, quedando hipnotizados con los de el. En su rostro apareció una sonrisa, esta vez no se quedó en el simplo intento. 

– Hmm... Estamos informados... Mejor dicho, estoy informado de los reinos que me rodean y el tuyo está casi al lado. – repondió haciendo que en su rotro vuelva a aparecer la misma seriedad de antes. 

– ¿Dónde están mis amigos? – seguí preguntando mientras lentamente aparté la mirada de él. 

– ¿Tus siervos? Les dejé una habitación al lado de esta. No te parece descortes? Ni siquiera te has presentado. – me regaňó, mientras rodeó la cama parándose delante de mi. 

– ¿Siervos? – parpadeé unas cuantas veces seguidas, mientras en mi mente se extendió la risa de Alex. – Tampoco he visto tu presentación por ninguna parte. Aparte de que me siento como si me hubiesen secuestrado ahora mismo. – aňadí y me senté en el borde izquierdo para intentar levantarme. 

– Las damas primero. – en su rostro volvió a aprecer una sonrisa, pero esta vez pícara. 

– Ni se te ocurra decirle tu... – empezó a advertirme Alex en mi mente. 

– Soy Juliet. – anuncié y con cuidado me levanté de la cama. Nada más hacerlo, sentí como había perdido el equilibrio. Por suerte (o desgracia), el muchacho reaccionó y antes de que acabase en el suelo, me sujeto con cuidado de los antebrazos, para frenar la caída. 

– Nombre real. – acabó su frase Alex, y después dió un suspiro. 

– Tristan, es mi nombre. – dijo con orgullo el chico. – Tristan, príncipe del Reino de La Luna. – aňadió con seriedad. 

Just My Destiny (Libro 3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora