Pétalos Negros Me Esperan

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—¿Podrías darte prisa? Llevamos aquí veinte minutos y sigues sin saber que pedir. No es tan difícil.— gruñó molesto Tristan dejando de dar pasos de un lado a otro.

—Juliet, por favor... Hazme caso quieres.— oí de nuevo la débil suplica de Alex. —Si crees que es tan fácil, pide tu el primero.— provoqué al príncipe, encontrándome con su mirada fría.

—Dejate de tonterías, vampira.— sentí como la furia se extendía en su voz, obligándome a retroceder unos pasos. Sin que se lo esperase cogí la Rosa, escondiendome en parte detrás de ella. Habría seguido así, pero note como el oscuro poder de la Rosa caía con cada segundo sobre mi. Sus pétalos negros me tenían hipnotizada, era la primera vez que veía una flor con ese color. Aunque fuese la segunda vez que estaba en la habitación.

—¿Listo para volver a estar entre nosotros?— pregunté dirigiéndome a Alex, pero por desgracia no obtuve ninguna respuesta esta vez. En cambio, me encontré con la mirada asustada de Tristan. Por eso, para poder centrarme más en lo que me proponía, cerré los ojos y me centre en el deseo de que tuviese a Alex a mi lado, de que pudiese sentir su piel, sus caricias, de que pudiese oír su voz de nuevo. Al abrir los ojos vi como un pétalo negro de la Rosa se cayó, pero no era igual que antes, se convirtió en uno de cristal y ese cristal al llegar al suelo se rompió en mil pedazos. Tristan empezó a mirar a su alrededor,  como si esperase a que mi deseo se hiciese realidad. Mi mirada recorrió toda la habitación, pero no encontré lo que buscaba.

—Creo que no ha funcionado.— oí la voz de Alex extenderse en mi mente. Sentí un dolor enorme en el pecho... ¿Por qué no había funcionado? Se supone que la Rosa debía cumplir cualquier deseo. ¿Por qué no logro hacer que vuelva? Las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas, me arodille en el suelo y me cubrí la cara con las manos sin importar que podría hacerme daño con las espinas de la Rosa.

—Sssshhhh, vamos tranquila. Podría ser por el cuerpo. Quizás necesitemos que este más cerca para poder irme.— quiso tranquilizarme Alex.

Me seque las lágrimas y me quedé mirando la Rosa, tenía un pétalo menos. Un deseo menos aunque no se hubiese cumplido. Por unos minutos le había quitado la atención a Tristan. Una fuerza casi invisible me quitó la flor de las manos. Me di la vuelta y ví que no era tan inviable, sino que de trataba de Tristan. Una sonrisa enferma decoraba su rostro, acercó la Rosa a su nariz para oler el suave perfume que desprendía.

—Una verdadera pena que no se cumpliese. A saber que tontería has pedido. La Rosa concede deseos, no milagros.— su voz era firme y fría. Me levanté del suelo y le observé con una mirada asesina.

—Si no me equivoco, me toca a mi pedir deseos.— sonrió con algo de maldad, mientras no quitaba su mirada de mi. El idiota estaba despertando una rabia en mi, una rabia que me costaba controlar, pero debía hacerlo, debía si quería conseguir la Rosa sin más problemas por medio.

—Ahora... Mi primer deseo es que desaparezca la maldición de la bruja de Cristal de mi Reino.— pidió en voz alta, mientras empezó a caminar por la habitación, con pasos firmes. Otro pétalo empezó a caer, se cristalizó y al llegar al suelo se rompió como el anterior. Algunas partes del castillo empezaron a volver a la normalidad, lo que era de cristal, volvía a ser normal. Sus deseos funcionaban... Y si ahí estaba el truco... Qué sólo el podía pedirlos?

—Mi segundo deseo es que solo alguien más fuerte que yo pueda acabar conmigo. Una pena que tal persona no exista en el mundo.— siguió con esa sonrisa enferma en el rostro. Ignoranro que la Rosa había dejado caer otro pétalo negro más. Mis ojos observaron ese pétalo, ese pétalo que se volvió a convertir en uno de cristal, uno que se volvió a romper. Tenía mil ganas de tirarme encima de él y de quitarle la Rosa, pero algo en mi, me mantenía bloqueada. —Y mi tercer deseo, es que me ames. Que te mueras por mi y por mis huesos.— dijo tras acercar su nariz de nuevo su nariz a la Rosa, mientras de reojo observaba mi reacción. Me quedé asustada viendo el como su tercer deseo caía al suelo, como se rompía. Nunca pensé que sería tan cabron, como para pedir eso, pero la verdad, es que no note ninguna diferencia en mi.

Just My Destiny (Libro 3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora