La vida de la Celeste se desmorona poco a poco a causa de las mentiras que la rodean, pero él está ahí, y aunque la Celeste solo piense que su vecino es un aweonao, puede que no lo es del todo
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—¡Carla no te vas a caer!—grite pero no me pesco y siguió corriendo
—No se va a perder weona.—dijo el Pato
—Na, no es tan weona como la mamá.—dijo la Jesús y me tiro un beso
Le paré el dedo corazón y corrí detrás de la Carla, ay me canso.
—¡Carla!—grite pero siguió corriendo entre los árboles
Bufé y quede mirando, se cayó de rodillas, estuvo en el piso un rato y después se limpió las manos para después pararse y limpiarse las rodillas, corrió hacia mi con lágrimas en los ojos y haciendo puchero, la tome en brazos y le hice cosquillas.
—¡Mam!—gritó riéndose
Deje de hacerle cosquillas y caminé hasta donde están las carpas, porque si, vinimos al bosque.
Al bosque donde todo empezó..
—¿Te duele?—le pregunte
Asintió y acomodó su cabeza en mi hombro.
Entre a la carpa donde el Ulises está buscando quien sabe qué y deje a la Carla en el colchón.
—Pásame el alcohol, hipoglos y algodón, por favor.—le dije
El Ulises sacó unas weas y después me pasó las cosas que le pedí, se sentó cerca de las dos y quedo mirando a la Carla.
—Viste lo que te pasa por no hacerle caso a tu mami.—le dijo el Ulises y está asintió—¿Ahora le harás caso siempre?
La Carla me miró y después al Ulises, negó.
—Salió igual de rebelde que tú.—le dije al Ulises
—¿Perdona?—dijo indignado—Tú igual tienes tu lado rebelde, más rebelde que yo.
—Mentiroso.—le saque la lengua y comencé a desinfectar la herida que se hizo la Carla en las manos con cuidado
—Ay.—se quejó y cerró los ojos
Le sople mientras le echo alcohol y no se quejó más, seguí con las heridas de sus rodillas y le di un besito en la frente.
—¿Pasó?—le pregunte
Negó.
—Sana, sana, potito de rana, si no sana hoy, sanará mañana.—le dijo el Ulises y la Carlita se cago de la risa
Una risita tan dulce que me hizo querer agarrarla a besos weon.
—¿Ahora si pasó?—le preguntó el Ulises
Volvió a negar pero ahora con una sonrisa en su cara.
—Buta la wea, ya, ¡Sana, sana, potito de rana, si no sana hoy, sanará mañana!—grito y la zamarreó