La vida de la Celeste se desmorona poco a poco a causa de las mentiras que la rodean, pero él está ahí, y aunque la Celeste solo piense que su vecino es un aweonao, puede que no lo es del todo
Lo primero que le dije fue que no se fuera a quedar dormido y la primera wea que hizo.
Historia de @celess.t
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—La Carla ya se durmió.—me dijo el Ulises con una voz ronca
—Y tú también te habías quedado dormido.—me reí
Se acercó a mi y me quito el yogurt que tenía en las manos, se lo tomó el.
—Deja de quitarme los yogurts.—lo mire mal
—Tú siempre me quitabas los cigarros.—se rio
Se acercó a mi para besar mis labios con delicadeza, nuestras lenguas se unieron por unos segundos pero no de forma intensa, si no que con cariño.
Me senté arriba de sus piernas y con mi mano derecha enredé su pelo en mis dedos, tiré su cabeza hacia atrás y le fui dejando besos mojados, escuché un suspiro de su parte.
Subí hasta sus labios y los junte, nuestras respiraciones son muy agitadas, pasó sus manos por debajo del poleron que traigo puesto y me lo sacó, observó un momento para después tomarme por los muslos y llevarme a su pieza, cerró la puerta despacio y me dejó en la cama, se gano encima mío con cuidado y con su mano derecha sujeto mis manos, igual como la primera vez.
—Sa..sácate la polera.—le dije
Me ignoro completamente y siguió dándome besos en el cuello, en mis clavículas y cerca de mi pezon, ay conchetumare.
Me mordí el labio, siempre me hace la misma wea, me desespera no poder tocarlo.
Subí mis piernas a su cadera y lo atraje más hacia mi, volvió a juntar su boca con la mía, nuestras lenguas juegan, es como si fuera la primera vez que nos besáramos, tengo esa misma sensación en mi estomago, como si tuviera muchas mariposas revoloteando.
—Te amo.—susurró en mi oído con voz ronca y mordió el lóbulo de mi oreja
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—Celeste.—susurraron y me hicieron cariño en la mejilla
—¿Mmhh?
—Hay que levantarnos, es tarde.—me dieron un beso en el cuello
Mire al Ulises y me refregué los ojos.
—No quiero.—me apegue a él
—Ya po, bonita, arriba.
Bufé y me senté en la cama, estoy en pura ropa interior y hace más frío que la conchetumare, agarre el polerón del Ulises y me lo puse.
Se gano detrás de mi y masajeo mis hombros.
—Ya le di la mamadera a la Carla y la vestí, supuse que te ibas a levantar cansada.—susurró en mi oído mientras me da besos en el cuello
Por un momento se me olvidó que tenía una hija.
—Supones bien.—solté una risa nasal—Gracias.
—Acuérdate que tenemos que ir donde el Manuel con el Kevin y después donde mis papas o al revés, no lo sé.
—Primero donde tus papas.—le agarre la mano y la entrelace con la mía—La Carla quería ver a su tita así que llevémosla.
—Sabes que no se refería a mi mamá.
—Lo se, pero mi mamá está trabajando ahora.—lo mire
—Bueno, vístete y nos vamos, voy a estar con la Carla viendo monos.—me dio un piquito y se fue
Me estire un poco y bufé, no me quiero levantar por la chucha.
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—¿Que va a querer comer la princesa?—le preguntó la tía a la Carla
—Mmm late.
—¿Chocolate?—pregunto y está asintió—Vamos a ver si hay, haber..¡aquí hay!
Le dio un pedazo de chocolate a la Carla y a mi igual, se empezó a comer el chocolate con tantas ganas, va a quedar toda cochina si.
—Está tan grande y linda.—me dijo la tía
—Es preciosa.—sonreí
—Igual a la mamá po.—dijo el Ulises que no se de donde apareció—¿Y a mi no me dan chocolate?—hizo un puchero
La Carla estiró su mano con el pedazo de chocolate y el Ulises le sacó un pedacito.
—Gracias.—le desordenó el pelo y la Carla se quejó por eso
—¿Tito?—preguntó la Carla
—Ya va a llegar, y te trae un regalo.—le dijo la tía
La Carla sonrió y empezó a moverse para todos lados, comenzó a saltar y se sentó en la puerta para esperar al papá del Ulises.
—¿Y la Anais?—pregunte
—En el colegio, ya tiene pololo.—rodó los ojos
—¡¿Que?!—el Ulises pegó un grito
—El otro día me contó.
—Yo voy a buscarla al colegio hoy, y la haré terminar con ese pendejo culiao.—dijo enojado
—Es un pololeo de cabros chicos, no exageres, seguro a los días van a terminar.—dijo la tía
—¿Y mi papá no le dijo nada? no, yo voy hoy, ¿a qué hora sale?
—Ulises.—me reí
—¿Por qué te ries? No es gracioso, no quiero que tenga pololo.—dijo celoso