La vida de la Celeste se desmorona poco a poco a causa de las mentiras que la rodean, pero él está ahí, y aunque la Celeste solo piense que su vecino es un aweonao, puede que no lo es del todo
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—¿Y esos? —me preguntó la Jesús apuntando unas zapatillas Vans.
—Vo cachai' que si son Vans, entonces si a todo —sonreí.
—Hace rato no veía esa sonrisita, ¿Será por alguien que comienza con U y termina con lises? —subió y bajo las cejas.
—Ya vas a empezar otra vez, entiende que no quiero saber de hombres.
—Corrección, no quieres saber de onvres, pero si de hombres, ¿Ves la diferencia? —sonrió.
—Es lo mismo, todos mienten.
—Si —suspiró.
—¿Qué te paso?
Caminamos hasta la caja y pagó las zapatillas, salimos de la tienda para luego caminar hacía la salida del mall.
—Es que hablé con el Santiago, le dije todo lo que sentía por el, nunca me había costado tanto hacer algo y él lo único que dijo fue que no quería relaciones, que estaba bien así, soltero —hizo una mueca.
—Santiago culiao weon, ¿Tan ciego está que no ve la media mina que se pierde?
—Me da rabia porque me trataba como si fuéramos pololos y yo la weona pensé que sentía lo mismo, pero el weon solo se quería pelar —bufó.
—Terrible aweonao, mejor pololeate a los gemelos y te haces un trío —subí y baje las cejas.
—No estaría mal —nos reímos.
—¿Y ahora donde vamos?
—¿Queri ir a mi casa? —me preguntó.
La pensé un rato, no quiero ver al Borja, pero tampoco voy a dejar de ir a la casa de la Jesús por su culpa, tengo que empezar a superarlo.
