Capitulo XXVI

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Doy un pequeño respingo, al escuchar el ruido de una aspiradora

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Doy un pequeño respingo, al escuchar el ruido de una aspiradora. Frunzo el ceño y abro los ojos, bufo.

Me estiro lentamente, mientras suelto un suspiro. Me incorporo y miro hacia la cama, William descansa en ella con su cabeza escondida en la almohada.

Bajo mi mirada hacia mi cuerpo notándolo desnudo, arqueo las cejas.

No me dejó ni una hora libre.

Salgo de la cama y busco mi ropa, pero no esta en ningún lado. Ni siquiera mi bikini. Un momento, esta no es mi habitación.

Me apresuro a llegar a su maleta y tomo una de su camisetas, será inútil colocarme uno de sus calzones porque se me caerán de lo grandes que son.

Tomo una camiseta y me la coloco, con eso ya es suficiente, considerando que me queda como camisón.

Lo miro unos segundos y luego me acerco a la puerta, salgo de la habitación y me dirijo a la mía. Doy un bostezo mientras camino por el pasillo, llego al mío rápido.

Llego y vuelvo a suspirar, lógicamente no tengo llave. Doy un par de golpes fuertes mientras ruego que Venus este ahí.

Lo hago por unos segundos, parpadeo lento.

Todavía tengo sueños, ¿donde esta Venus?, ese William me hizo perderle el ojo.

Bufo.

Me alejo de la puerta y vuelvo hacia la habitación de William, arrastrando mis pies e ignorando al servicio que me mira raro. Llego a su puerta y la golpeo, más fuerte considerando que ya estoy de mal humor.

Dejo de golpear al escuchar pasos, levanto mi cabeza mientras abre la puerta. Sonríe con su rostro somnoliento y yo le dirijo una mala mirada.

Que bueno esta el maldito.

—¿No estabas a mi lado?

—Salí para ir a mi habitación pero creo que Venus no esta —farfullo

—Oh, pobre chiquita —se acerca mientras se inclina, rodea mi cintura para luego elevarme—. Tendrás que quedarte en mi cueva.

Cierra la puerta y mantengo mi mirada en el, suspiro.

—Quedémonos en la cama —comienza a caminar

—Tenemos que viajar hoy, dame tu teléfono.

—No lo tengo, quedó en el hotel —se tira hacia la cama, dejándome encima de el—, y al parecer, igual que tu ropa.

—Mi bikini. Que tu dejaste en esa habitación, tuve que robarme una bata.

—Mmh —inclina su cabeza, comenzando a besar mi cuello

—No, espera —coloco mis manos en sus hombros—. Tengo que encontrar a Astrid. Digo, Venus.

—Te llevaré donde quieras después, ahora silencio.

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