Capitulo XI

8.6K 849 157
                                    

Me sobresalto, al escuchar un grito

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me sobresalto, al escuchar un grito. Se escucha lejano pero es lo suficientemente fuerte para despertarme. Bufo y miro hacia todos lados, sacando los cabellos de mi rostro.

Miro hacia abajo y tengo un pie apoyado en mi pecho, giro mi cabeza. Venus ronca boca abajo sobre la cama, al igual que otras chicas.

Vuelvo a repasar la habitación y hago una mueca, pobre del que duerma aquí.

Me levanto y noto que me falta un zapato, lo busco con la mirada mientras voy notando la cantidad de personas que hay en la habitación.

Todas roncando en diferentes lugares, los muebles, el suelo, uno tiene una botella en la boca.

Encuentro mi zapato, notándolo en el pie de un chico. Me acerco y se lo quito, no lo quiero ni oler.

Me acerco a las chicas y las muevo suavemente, despertándolas.

—Despierten —murmuro

Comienzan a hacerlo y abriendo cada ojo van despertando, mientras se estiran.

—¿Qué hora es? —murmura Astrid

—No lo se, temprano. ¿Tienen sus cosas?

Astrid toca el bolsillo de su pantalón y se limita a asentir, Venus aprieta sus pechos, levantándolos.

—Los bombos están.

Sonrío levemente y las ayudo a salir de la cama, se acomodan y caminamos hacia la puerta.

Odio tener que levantarme en casas desconocidas, solo por el hecho de que despertarme con este vestido y todo la suciedad que habré acumulado anoche es totalmente incomodo.

Sin mencionar la punzada en mi cabeza, pero aprendí a controlarlo.

Abren la puerta y se apresuran a salir, hago lo mismo.

A medida que nos acercamos a las escaleras unos gritos se van escuchando, compartimos una mirada extrañada y seguimos. Bajamos cada escalón y notamos a una mujer gritar, caminando por todos lados y moviendo sus brazos.

Deduzco que es la dueña de la casa y que el querido hijo se ganará una buena paliza. En silencio pasamos fuera de su alcance y nos acercamos a la puerta, que ya estaba abierta.

Salimos y el viento de afuera nos hace suspirar, miro hacia varios lados. El jardín también quedó desastroso e incluso hay algunas personas que se quedaron dormidas.

—¿Tienen para un taxi? —pregunta Astrid

Las miro y Venus mete su mano en su pecho, muy a fondo y moviendo sus labios. Comparto una mirada con Astrid hasta que saca su mano, despliega el billete arrugado y sonríe.

—Cien dólares.

—¿Eso nos alcanzará?

—Probaremos, y si no, piedra papel o tijera para quien le enseña un pecho.

WandlungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora