La universidad Wandlung, una de las más famosas de la ciudad y prestigiosas. Su reputación cada vez es mejor y todo gracias a la fraternidad "Alpha", regida por los hombres considerablementes más populares de la universidad.
El lider, William Wang...
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La puerta suena, dejo de teclear y giro mi cabeza. Emma se adentra a mi habitación, sonríe mientras cierra la puerta.
Miro el vestido junto a su chaqueta, se la quita dejándola en la cama.
—¿Estudiando? —mira la computadora
—Así es.
Coloca sus manos en su espalda y se acerca, ya veo sus intenciones.
Me estuvo ignorando desde lo de la fiesta de juegos que fue ayer. Durante todos los juegos que siguieron después de lo del baño ni me miró. En cambio yo si, me distraje en la mayoría.
De todos modos todo terminó en un empate. Ellas estuvieron empatadas con las de Edwanches. Se repite lo del año pasado pero versión femenina.
Levanto mis brazos cuando se sienta en mis piernas, suspiro y miro hacia otro lado.
—Quiero ver —se inclina hacia la computadora
Miro su cuerpo de espaldas y me echo para atrás, me quedo embobado con su silueta y como el vestido se le pega. Llevo mis manos a su cintura sin evitarlo.
—Sin tocar —las quita—. ¿Qué clase es esta?
Froto mi rostro para intentar controlarme, pero separo más mis piernas para que sienta mi dureza.
—Contabilidad —respondo
—Te debe doler el cerebro —se menea a propósito
—Si sigues así...
—¿Como te va en matemáticas? —me mira, sonriendo de lado
Bien. Le daré lo que quiere.
Tomo su cuello y la atraigo hacia a mi, pego su espalda a mi pecho para luego bajar mi cabeza.
—Sin tocar.
—¿Qué es lo que quieres? —murmuro
Levanta su cabeza hacia a mi, parezco enloquecer mas al ver la manera en la que me sonríe.
Diabólica.
—Te daré a ti lo que tu quieres —murmura, subiendo y bajando sus caderas—, cuando admitas que hiciste mal.
—Como si mi lengua en tu boca no te hubiera gustado —afirmo más mi mano en su cuello
—Admítelo —repite—. O me iré.
La miro unos segundos más, la intensidad de sus ojos más los movimientos descarados que hace nublan mi mente.
Subo más su cabeza, rozando sus labios con los míos.
—Lo admito —susurro—. Admito que me puse celoso, admito que quise hacer mucho más que solo eso y admito que no me arrepiento.
Bajo mi mano y subo su vestido, junta sus piernas así bajo sus bragas.