Capitulo LXIV

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—El café caliente de aquí es delicioso —se acerca Brian con una taza en mano—

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—El café caliente de aquí es delicioso —se acerca Brian con una taza en mano—. Deberías probarlo.

Mantengo mi mirada en Emma quien camina en la nieve junto a Venus, no tenían abrigo de su talla y tuvieron que darle uno mas grande haciéndola parecer más pequeña de lo que ya es. Se mantiene parada de brazos cruzados mientras Venus le habla, sonrío mientras me levanto.

Me acerco a ella con Brian a mi lado, miro su rostro notándolo más gruñón a medida que me acerco.

—¿Eso es chocolate? —pregunta Venus mirando a Brian

—Si —lo aleja cuando ella intenta tomarlo—. Consíguete el tuyo.

—Convídame, soy tu novia —lo mira indignada mientras lo comienza a seguir

Me acerco a Emma quien no se mueve, me mira de reojo.

—Se te quedarán los pies si no te mueves.

—Ni siquiera siento los pies.

—¿Como que no? —me mira—. Mira lo abrigada que estas, parece que vas a las montañas.

Frunce mas el ceño.

—¿O es que no puedes mover bien las piernas por lo de anoche?

La nariz se le hace más roja al igual las mejillas y levanto mi mano para bajarme el gorro, cubriéndole el rostro.

Le camino por al lado pero no logro dar un par de pasos que siento su patada en mi rodilla, me quejo mientras la apoyo en el suelo.

—A ver si puedes mover bien tu las piernas, payaso.

La miro caminar como si fuera algún bravucón musculoso y abro mi mano para tomar una buena cantidad de nieve.

La hago un bollo para luego arrojársela a la cabeza, se tropieza terminando de caer boca abajo y rio palmeando mis manos.

Me levanto acercándome a pasos rápidos a ella.

—¿Estas bien, renacuajo? —intento no reír

Apoya las manos incorporándose lentamente, no mira y se sienta sacándose la nieve del rostro.

—Parece que...

—¡Venus! —grita

Giro mi cabeza al mismo tiempo que una bola golpea mi rostro, caigo unos segundos de costado en los que Emma aprovecha para abalanzarme hacia a mi.

—¡Acabalo! —grita la otra mientras que la que tengo arriba me aplasta nieve en el rostro

—Te dije que te haría tragar nieve, zopenco descerebrado.

No me deja ver nada y antes de que pueda atraparla se sale de mi. Saco la nieve de mi rostro incorporándome rápidamente.

—¡No te acerques! —me señala—. Hiciste que todos nos miraran —sacude su ropa

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