Capítulo 40: Comunidad Autosuficiente

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Stalin.

He salido a las 7 de la mañana, me ha dado un mapa en el que está el camino, desde la mansión de Mark hasta mi nuevo destino. Quería ver a Mark, pero Leticia no me lo ha permitido, dicen que los guardias no lo permitirían, ya que no me conocen, ni me han visto con Mark.

Para llegar a la comunidad tengo que volver a cruzar el bosque, pasaré cerca de mi casa, pero me ha señalado donde se encuentra mi casa, para poder evitarla, tengo que pasar lo más rápido posible para que no me encuentren. La comunidad está a las afueras de Sharwen, al otro lado de donde se encuentra mi casa, tengo que recorrer unos 150 kilómetros en 5 horas, para llegar cuando el sol esté en su mayor altura.

Ya solo me faltan dos kilómetros, según yo.

Veo a gente caminando en sentido contrario al que voy, intento pasar desapercibido, adapto mi velocidad a una civil, para no llamar la atención, y si llegan a verme que no resulte una amenaza, sino un chico solitario dando un paseo.

­— Eh chico— mis pulsaciones aceleran. — ¿Te has perdido?

— Un poco, estoy conociendo la zona— intento calmar mi ritmo cardiaco.

— Que raro, es decir, no es muy común ver a gente por esta zona, ya que la mayoría viven en la comunidad.

— ¿Comunidad? pensaba que esto era un bosque desértico donde poder entrenar sin que nadie me vea.

— Aún tienes un caminito de treinta minutos hasta llegar a la aldea.

— ¿Y que hay ahí?

— Nosotros solemos venir a comprar, ya que sus productos son baratos y cien por cien naturales.

— Ah, ¿entonces puedo comprar ahí?

— Si, aunque también están buscando personas para trabajar— miran mi ropa, creo que por eso me lo han dicho.

— Ah si, muchas gracias, es lo que estaba buscando.

— Bueno, suerte chico, por si quieres referencia somos los hermanos Berth.

— Muchas gracias, si sois compradores habituales seguro me será de ayuda.

— Seguro que si, solemos venir día si y día no.

— Gracias.

— De nada chico, cuídate.

Tras una media hora caminando, consigo ver un pequeño muro de piedras, como una frontera e inspección de entrada.

Me pongo en la fila para poder entrar.

— Muchacho, ¿cual es el motivo de entrada?

— Estoy buscando trabajo, me han dicho que podría preguntar aquí para trabajar.

— No lo siento chico, pero aquí dentro no puede trabajar cualquiera. Siguiente.

— Ah que mal. Por cierto, vengo de parte de los hermanos Berth.

— No conocemos a esos.

— ¿Seguro? son compradores habituales.

— No chico, y apártate, deja pasar a los demás— me voy.

— Espera, ¿has dicho los hermanos Berth— me giro y veo que es un señor con vestimenta diferente.

— Si, justo acaban de salir hace un momento.

— Entonces si son ellos, son amigos del alcalde, y no podríamos rechazar a un conocido de esos hermanos. Déjenlo pasar— regreso, me registran y me dejan pasar.

El Alfa Divino: La Leyenda Del Hombre LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora