Capítulo 52: Layla Brown, La Banshee

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Stalin.

Creo que ella es de la que hablaban, pero el cambio más radical fue el del salón en donde nos encontramos, al abrir la puerta solo vimos una habitación de ladrillos grises en pared, techo y suelo, después del grito estaba todo de pared lisa de color blanco, el suelo de azulejos blancos y brillantes y en el techo había un espejo con bordes dorados, Layla estaba sentada en un trono de piel de lobo y un bastón dorado apoyado en sus piernas.

Ella tenía los ojos marrones claros, un pelo abundante y largo, con un todo rojizo, llamaba la atención sus manos, con unas uñas largas de color naranja y llevaba un vestido alargado por las piernas, que las ocultaba, de color blanco.

Se pone de pie y agarra a Zend y Tom del cuello con una mano, el grito nos tumba de nuevo, lanza a mis hermanos con un grito y esta vez unas hondas dirigen y aumentan el sonido, caen al suelo inconscientes. Sean, Been y yo nos levantamos en contra del grito y la agarramos, pero ella se deshace y nos estrella contra la pared, me levanto enseguida y me lanzo a por ella, consigo coger su brazo, se lo parto y con las garras le arranco el brazo, se gira hacia mí sin problema y dirige su mano hacia mí, comienzo a levitar y me estrella contra el techo, mis oídos sangran, pero esta vez sangre negra, mi madre y mi padre van a por ella, le arrancan el otro brazo, responde de la misma manera, ahora el grito es más fuerte y todos estamos desangrándonos. La sangre cubre nuestros ojos y no podemos ver.

— Bienvenida realeza Memberry, gracias por mostrarme respeto y arrodillarse ante mí— levantamos la mirada, ninguno tiene nada de daño, ella sigue igual sentada en su silla. Una dulce voz sale de su boca y nos ponemos de pie.

Todos nos miramos sin entender que sucedió.

— Sharlet tienes que recordar que soy una Banshee muy poderosa, déjame explicarte esta demostración de mi poder. Lo que acabáis de vivir simplemente ha sido una técnica de ilusión, creada por el sonido desde que habéis bajado las escaleras, una mezcla de tonos agudos y tonos graves.

— Layla, no lo hemos tenido en cuenta, pero al verte me llamó la atención— la enfrenta mi madre. — Eres una Banshee y solo representas una cosa... La muerte.

— Gracias por recordármelo Alfa Sharlet. Pensaba que con el Libro Divino habíais deducido mi llamada.

Se me había olvidado por completo el relato del Libro D.

— No creo que necesites nuestra ayuda con tu premonición.

— Aunque no me creas, yo ya no puedo ayudarme ni a mi misma— se pone de pie y baja los escalones.

Nuevamente el grito de antes, esta vez se detiene al cerrar los ojos. Levantamos la mirada y Layla está delante de mi madre.

— Sharlet, esta es mi verdadera apariencia tras más de setecientos años en este mundo— lleva el mismo vestido blanco, pero esta vez su apariencia concuerda con su edad, su voz es ronca, sus ojos decaídos y las uñas desgastadas pero aún más largas que antes, la piel esta arrugada y caída, destacan en la cara y brazos.

Se sienta en la silla de antes y hace el mayor esfuerzo en levantar su mirada.

— Mis poderes siguen siendo los mismos, pero mi cuerpo llegó a su fin y seréis los últimos en verme— dice lentamente y con mucho esfuerzo. —Tengo que reconocer que también se me olvida a veces que soy una Banshee, por lo cual yo no os llamé, fue una última voluntad de la Banshee que llevo dentro, fue una sorpresa saber que habías vuelvo a tu reino Sharlet.

— ¿Por qué estamos aquí?— pregunta mi madre.

— Todo lo que pone el Libro D es verdad, pero no solo eso, yo sé que morirá alguien, pero por una limitación no puedo saber quien es, solo siento que está aquí presente, lo siento mucho tener que deciros esto, pero tenéis que saber dos cosas más, la primera es que esa persona morirá en una guerra importante para un futuro no muy lejano.

Lo único que se me viene en mente es el reino.

— Y la otra es que todos los enemigos de la familia Memberry se dirigen al castillo, al encenderse las antorchas supieron que ya estabais aquí, y si usáis el oído lobuno os daréis cuenta que son numerables. Perdón por haceros venir, pero lo hice por Génesis, lo hice como última voluntad para que os preparéis...— sus ojos se cierran y se detiene su corazón.

Su vestido comienza a brillar como la luz del sol, se convierte en margaritas blancas y se desvanece junto al lugar donde estábamos y vuelve el gris con los ladrillos.

— Sharlet, hay casi una centena esperándonos— dice mi padre.

No necesitábamos recuperar energía, porque estábamos como el principio, ya que la pelea contra Layla solo había sido mental, estábamos en perfecto estado para pelear contra lo que viene ahora.

— Tenemos que volver a Lost City Sharwen...— responde mi madre.

— Solo hay una entrada, todos deberán cruzar el puente, podemos tener eso como ventaja e ir enfrentándolos uno a uno— dice Been.

Todos estábamos de acuerdo y nos pusimos en el puente esperándolos, sin nombrar una sola palabra, con un grito de guerra se dirigían a nosotros, sentíamos rabia, rencor, tristeza y una ganas inmensas de morir.

Uno tras otro íbamos acabando con ellos, y muchos simplemente los lanzábamos por el puente. Tras horas de pelea se levantaba el sol y caímos rendidos al cansancio mientras un nuevo amanecer nos daba la enhorabuena por sobrevivir, y rayos de luz cubría cada uno de nuestros cuerpos.

— Felicidades... Seguir luchando...— suena la voz desvaneciente de Layla.

Despertamos, aún sanando nuestras heridas, caminamos hacia el coche y de ahí al aeropuerto.

Llegamos a Sharwen, nuestros tíos y primos nos ayudaron a llegar a nuestras habitaciones y después de decirnos que no hay nada de que preocuparnos pudimos seguir descansando.

El Alfa Divino: La Leyenda Del Hombre LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora