Capítulo 35

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Las escaleras se interponían entre ella y sus pies haciendo que recorriese la distancia que la separaba del piso de arriba con una fugaz mirada. Lo había pensado repetidas veces mientras recorría la parte baja. Estaba bien. Era justo lo que debía hacer y lo sabía. Así era como lo sentía y así era como lo estaba haciendo. Podía ver a Peter desde allí. Estaba rodeado por tres chicas que no paraban de pasar sus manos por sus brazos y a él parecía no importarle. No iba a aguarle la fiesta. No le parecía justo. Podía hablar con él al día siguiente de manera más tranquila. Ahora que sí era consciente de lo que había pasado, podrían aclararlo todo. Pero para que verdaderamente pudiese ser sincera con él tenía que comprenderse primero a ella misma. Y para ello debía aceptar el encuentro con Alex, el cual estaba esperándola en su habitación justo encima de esas escaleras.

Tomando aire en sus pulmones, Sophia comenzó a subir cada peldaño decidida. Era lo mejor. Si había sido su nombre el que había salido de sus labios estando con Peter, necesitaba saber por qué. Los niños y los borrachos siempre decían la verdad, y ella iba bastante ebria aquel día. Al llegar a la planta superior, esquivó a varios de los invitados que se liaban entre ellos de forma desenfrenada y se paró en seco frente a la puerta de su habitación. Podía notar cómo las manos le temblaban al tocar el metálico pomo. Estaba demasiado nerviosa. No sabía muy bien qué iba a decir, pero sí que estaba segura de encontrarse en el lugar correcto.

Al deslizar al fin su mano bajo el tirador, la puerta se entreabrió frente a su cuerpo. Su habitación estaba tal y como la había dejado, hecha un completo desastre. Varias prendas de ropa caían por todas partes e incluso sintió vergüenza de no haber recogido un poco más. Varios libros se agolpaban en su mesilla y pudo ver que incluso había dejado la toalla de la ducha tirada sobre la cama. Pero todo le dio igual cuando vio a Alex apoyado de espaldas a ella en la baranda del balcón. Contemplaba la noche estrellada sin haberse percatado de su presencia. Las hebillas de sus tirantes brillaban ante la oscuridad de la habitación y su trasero se marcaba en sus pantalones por la posición inclinada de su cuerpo.

Sophia avanzó por la estancia y se paró ante sus citas. Cogiendo un poco de cinta adhesiva antes de seguir hacia delante, cortó un pequeño trozo con los dientes y pegó junto al resto el papel que Alex le había entregado. Después de todo, no dejaba de ser una frase de película y le había parecido un bonito detalle.

Su piel, al sentir el contacto con la fría noche, se erizó en apenas un segundo. En ese momento, Alex se giró hacia ella y le sonrió satisfecho de que hubiera aceptado su encuentro.

- Ya pensaba que no ibas a venir. – confesó el chico apretando sus manos una contra la otra, para hacerlas entrar en calor. Aún seguía con un brazo apoyado en la barandilla.

- Ni yo misma sabía muy bien lo que hacer. – era cierto. Quería aclarar lo que estaba pasando por su cabeza, pero ni ella misma sabía muy bien de qué se trataba. Su mente era un mar de dudas sin sentido.

Alex le tendió una de sus manos y Sophia la tomó dudosa. En el momento en el que el chico la apretó con algo más de fuerza, Sophia notó un fuerte pellizco en el estómago. Alex la atrajo junto a su cuerpo y pasó sus brazos alrededor. Con mucha sutileza, comenzó a mover sus dedos de arriba abajo, tocando la suave piel de la chica, para que esta entrase en calor.

- Estás helada. Como buen Jack, no lo puedo permitir.

Sophia sonrió nuevamente y apoyó un poco la cabeza en el pecho del joven. El olor que desprendía su cuerpo nubló su mente. Se sentía muy reconfortada así. No tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero sí era consciente de lo que sentía. Y estaba empezando a preocuparle. La luna se alzaba en el cielo contemplando la escena desde su alta posición. Las hojas del árbol junto a su balcón se movían con el viento y el silencio que los envolvía, los apartaba de los continuos ruidos provenientes de la planta de abajo.

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