Capítulo 41

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Los pendientes con un aro dorado terminados en una piedra roja y flecos perlados, adornaban las orejas de Sophia. Llevaba el pelo recogido en un moño despeinado que hacía caer algunos mechones sobre su rostro restándole formalidad a su look. Un vestido de tirantes rojo brillante se cernía a su cuerpo como un guante enfundado. Los tacones del mismo dorado que sus complementos quedaban a la perfección con el resto del conjunto. Estaba lista para darlo todo aquella noche de viernes.

Estaba esperando a que tanto Haley como Anna bajasen de sus habitaciones para irse por fin a "The Underground", la discoteca más distinguida de todo Chicago. Se trataba de un sitio de lo más exclusivo en la ciudad, incluso era frecuentado por famosos como los jugadores de los equipos deportivos. El código de vestimenta era de lo más selecto, por tanto, todas ellas habían optado por arreglarse para estar a la altura de la situación.

Anna era la que había conseguido los pases para aquel evento único. Todas sabían que los contactos de la chica iban mucho más allá de la fraternidad y siempre se las apañaba para conseguir entradas en los mejores eventos. Ella misma había denominado su salida como "la celebración de vuelta a la soltería de Haley". Estaba claro que intentaba animar a su amiga de cualquier manera posible, y lo cierto era que lo había conseguido. En cuanto Haley había sabido de los pases, su rostro se había iluminado y había volado a la ducha para comenzar a prepararse.

Por el contrario, Eleanor ni siquiera había aceptado ir. Decía que ya había quedado y, a las siete y media de la tarde, el ruido de una moto había asomado por el final de la calle haciendo que la inglesa saliese disparada de la casa para irse en aquel vehículo de dos ruedas a toda prisa.

Ningún miembro más de la casa de Alpha Roar se había animado a acudir. Emma aún estaba cabreada con todos por la actitud que la fraternidad presentaba frente a su querido novio. Beth había decidido quedarse para hacerle compañía, Rick seguía sin dirigirle la palabra a Haley, por tanto, salir de fiesta con ella ni cabía en sus planes y Peter estaba más que agobiado con una exposición sobre Termodinámica que debía presentar la semana siguiente.

- Estás increíble. – Sophia escuchó cómo Peter se acercaba a ella desde el salón dejando todos sus apuntes sobre la mesa.

- ¿De verdad? – la chica dio una vuelta sobre sí misma para que Peter pudiese observar su vestido desde todos sus ángulos. Estaba segura de que se iba a morir de frío, pero le daba igual. Quería lucirse aquella noche y pensaba que lo había conseguido.

- Y tanto. Si yo fuese a esa discoteca, no podría dejar de mirarte.

Peter llevaba tanto tiempo sin decirle ese tipo de comentarios que a Sophia se le iluminó la cara al oírlo. Le gustaba sentir que le atraía, aunque sus sentimientos eran un completo lío en su cabeza, no podía evitar fijarse en la enorme sonrisa que cubría el rostro del chico cada vez que la miraba.

- Me encantaría que lo hicieses.

El joven se acercó un poco más y colocó uno de los mechones sueltos de su pelo tras su oreja. El tacto de sus dedos era delicado, dejando caer sus huellas dactilares por un segundo sobre el cuello de la chica.

- Espero que lo paséis bien, Sophia. – podía ver que, aunque Peter lo intentaba con todas sus fuerzas, su voz sonaba un poco rota en el fondo. Era apenas una percepción sutil, pero ella podía apreciarla.

- Lo pasaría mejor si vinieses tú.

Peter negó con la cabeza con una sonrisa partida y se alejó de ella. Entonces, los pasos de los tacones resonaron contra las escaleras. Al alzar la mirada, vio a Anna y a Haley bajar juntas una seguida de la otra. Anna llevaba un vestido negro de terciopelo de manga larga y los hombros caídos. Una tira rodeaba su cuello como si se tratase de una gargantilla, pero formando parte del vestido. Su pelo suelto y rizado relucía bajo las luces del pasillo. Su maquillaje era sencillo pero notable, lo que la hacía estar realmente espectacular. Las medias negras recorrían sus piernas hasta terminar en unos altos tacones del mismo color. Haley, por el contrario, llevaba un traje cereza. Bajo la chaqueta una camisa de satén perlada resaltaba su pecho con un escote corazón. Dos colgantes caían sobre su torso, uno más largo con un círculo que rodeaba una pequeña bola plateada y otro que sí que era una gargantilla de diamantitos minúsculos. Los pendientes de cada una de sus orejas eran diferentes. En el lado derecho llevaba una perla pequeña y en el izquierdo lo que parecía una serpiente argentada que se retorcía por su lóbulo. Sus tacones también eran del mismo tono que sus complementos.

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