Capítulo 19: Desliz

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Hanna estaba segura que pronto las preocupaciones se irían, intentaba mantenerse en calma como su doctor había sugerido, esa semana antes de ver a Desmond, las cosas habían estado funcionando, pero, aunque ella quería creerse con la fuerza suficie...

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Hanna estaba segura que pronto las preocupaciones se irían, intentaba mantenerse en calma como su doctor había sugerido, esa semana antes de ver a Desmond, las cosas habían estado funcionando, pero, aunque ella quería creerse con la fuerza suficiente para afrontar lo que fuese, no poseía la paciencia necesaria para seguir las recomendaciones al pie de la letra.

Estaba fúrica, Cristóbal sostenía su mano intentando convencerla de no hacer nada al respecto. Desmond contenía la respiración consciente de lo que vendría, estaba harto de las expectativas, de no saber qué esperar de ella, si antes esa curiosidad lo llenaba de gusto ahora lo volvía un hombre temeroso. Un hombre que deseaba salir corriendo con ella en brazos, ¿no paraban nunca los desastres? ¿Por qué todo lo que hacía siempre tenía ese desenlace?

—¿Porqué? —preguntó Hanna con una ceja alzada.

Cristóbal suspiro con desaire. Después de esto Hanna y él jamás volverían a ser amigos, eso estaba claro. Pero ya había soltado la verdad, no podía mentirle de nuevo.

—Por qué te bese anoche —Hanna dejó de mirar a Desmond para ponerle atención al chico frente a ella. Cristóbal cabizbajo desvió la mirada, enterrando su vergüenza bajo las sombras— Lo siento, estabas ebria no debí aprovecharme.

—¿Por eso te golpeo? —le asintió ¿Cuándo se había vuelto un hombre que recurría a la violencia? — Luego hablaremos de esto Cris, pero tengo que hablar con él ahora.

Cristóbal se le plantó enfrente negándolo.

—No aquí, le prometí que evitaría el melodrama.... Además, fue mi culpa, merecía el golpe —Hanna dejó de escucharlo, Desmond los observaba fijamente, los demás en la mesa también lo hacía por lo que les dedicó una sonrisa.

—Fue mi culpa... no debí besarte, soy tan patético... —estaba claro que el escarmiento venía de sí mismo ¡Si es que ese chico era un pan de dios! No había necesidad de golpearlo puesto que solito se castigaba sus errores.

—No eres patético Cris —le aseguró— Eres un buen chico, y él no debió golpearte, ahora vamos a sentarnos y hablamos después ¿sí?

Ambos volvieron a sus asientos, la madre de Hanna analizó su rostro, pero cuando no encontró ningún signo de molestia la dejó en paz. El señor Huggle entretuvo a la mesa con uno de sus temas favoritos.

Desmond esperaba escuchar un grito, al menos uno, un reclamo que él refutaría con una mala cara, pero en fin un gesto que él demostrara su enojo, Hanna se limitó a sentarse sin pronunciar palabra ¿Por qué no le estaba gritando? ¿Qué había dicho Cristóbal en su defensa?

—Ojalá recordara ese beso —susurró inevitablemente, las palabras le picaban en el paladar, insistían en salir de su boca con filo— tuvo que ser muy bueno como para que hayas tomado tales medidas.

Desmond arrugó el ceño y bufó en respuesta. Ahí estaba la tirria que tanto esperaba.

—Ni de coña —afirmó.

El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora