Capítulo 32: Señora Huggle 🔞

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Desmond jugaba con sus dedos en la ventana. Movía sus manos con tirria deseando que el tiempo pasase más rápido para llegar de una vez por todas y encender la calefacción. El sudor recorría su frente y parte de sus piernas empezaban a pegarse en el asiento incómodamente. El sol estaba siendo un gran problema, le quemaba entera la cara, los rayos le molestaban la vista y por desgracia ¡sus gafas se habían quedado en casa!

Había convencido a los padres de Hanna de permitirle sacar a su hija de la ciudad por un fin de semana. Al principio le costó bastante convencerlos, pues Cole había sido muy claro con "cuidar de ella", pero a él nada le costaba asumir esa responsabilidad y como Margaret estaba segurísima de que sería por mucho más cuidadoso que ellos, terminaron por aceptar.

Una vez arreglado el asunto con los señores Crawford decidió que visitarían la vieja casa de campo de sus abuelos.

El aire libre les caería bien, el pueblo era tranquilo, el rio refrescante, podrían ir a acampar si así lo deseaba; esperaba no tener que hacerlo, pero estaba dentro de las posibles actividades.

Creía que lo necesitaban.

Tres días lejos de todo, solos, con mucho tiempo para hablar y ponerse en sintonía... aliviar las tensiones entre ambos; porque si, aún después de que se arreglasen habían perdido el hilo de la relación; con dos minutos a solas enmudecían, con tres... sus bocas no resistían y procedían a recuperar el tiempo perdido.

—¡Dios! ¡Que calor hace! —se quejó aparcando el auto en la única sombra disponible.

—¡Que dices! Hace un calor maravilloso —él la observó de inmediato seguro de que estaba siendo sarcástica. Efectivamente en su rostro había una sonrisa burlona.

—Había olvidado esa sonrisita tuya—dijo girando los ojos, acto que ella reprendió con un ¡Des, esos ojos!

Él volvió a girarlos con intención, bajó del auto con las llaves en mano y se aproximó a tomar la mano de Hanna una vez que se encontró a su lado.

—Es muy linda, toda una obra de arte ¿Cómo es que no estaba enterada de la existencia de esta casa? — se encaminaron a la puerta. Desmond tenía la esperanza de que al entrar se sintiese más fresco, pero se encontró con la terrible notica de que era igual de caluroso que afuera.

—Jamás la mencione.

—Lo sé, es eso de lo que me estoy quejando— dijo ella apreciando cada detalle, cada esquina.


Por fuera era bella, toda una arquitectura rustica. Las puertas de vidrio dejaban entrar suficiente luz en el salón principal; los techos y todas las paredes tenías una estructura entre madera y concreto que compenetraba como cualquier hacienda de película, muy a la antigua, pero con su propio estilo moderno.

El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora