Era muy fácil aparentar una sonrisa, Hanna lo sabía, conocía esa sensación de elevar la comisura de los labios casi por obligación, la rigidez en las mejillas, el desvió de los ojos hacia cualquier punto en la pared con tal de no decaer en apariencia.
Esa mañana, con el traje bien puesto, acudió con el señor Cesáreo a su primera reunión para conocer a su "joven y adorado" nieto.
La invitación le había llegado días atrás vía Gmail, al principio la idea le había parecido muy mala, a decir verdad, debido a su actual estado emocional, se creía con poco humor como para complacer como era debido las expectativas de esos dos. Pero una vez que lo platicó con Morgan no le quedó más que ponerse racional. Debía asistir. A pesar de que su vida personal en ese momento estaba vuelta de cabeza, su vida laboral no podía permitirse lo mismo, por más decaída que se sintiese no podía perder esa gran oportunidad.
A primera hora del día ambos se presentaron en el hotel citado. Había escuchado del propio Cesáreo, que el hombre en cuestión era derrochador, consideraba imprescindibles las atenciones, sobre todo ahora que se asociaría con una señorita cuyo nombre había escuchado nombrar en más de una conversación. Así que una vez que ella aceptó la invitación creyó necesario hacer una reservación en el buffet de almuerzos de un hotel de primera, del que Hanna nunca había oído hablar; ni a su padre, ni a su madre ni siquiera a Desmond que siempre se desenvolvió en esos lugares. Acción completamente innecesaria para su abuelo quien prefería fumar un puro en la oficina y beber mientras charlaban al respecto.
El viejo amigo de su abuelo le abrió la puerta del auto con educación de antaño, la acompañó a la entrada con aires pacíficos, con una enorme sonrisa y una mirada coqueta; espero a que ella pasase primero para después dirigirse juntos al área del restaurante.
Cuando Hanna puso un pie dentro de ese sitio, entendió por qué nadie le había comentado jamás de ese lugar. Para su sorpresa, el restaurante, que en un principio había imaginado sería todo elegante con manteles blancos y platos muy finos, era un peculiar espectáculo entre negro, blanco y corbatas.
Las mesas altas y las sillas de igual magnitud estaban ocupadas, en su mayoría, por lo que ella conocía coloquialmente como trajeados. Había en el aire una densa cantidad de testosterona, las voces elevadas eran prueba de ello ¿Es que no podían hacer acuerdos con voces moderadas? En la barra las copas sonaban entre sí, señal de acuerdos y contratos cerrados ¿era así cómo iba a pasar sus mañanas de ahora en adelante? La idea no le disgustó del todo, no era un ambiente que frecuentaba, pero era un lugar muy entretenido.
—Mira a quién tenemos aquí. Si es mi adorado y bien parecido nieto ¿Has pedido ya un trago? —dijo el hombre abrazándolo fraternalmente.
Hanna quien había estado distraída, maravillada con el movimiento y concurrido misterio en la entrada, se fijó por primera vez en el hombre. Hizo falta un poco de humor para que pudiese entender de qué se trataba todo aquello, el hombre frente a ella era nada más y nada menos que Charles Rhodes, ¿acaso el abuelo no había que esos dos tenían mucho de conocerse? o ¿era solo un pretexto para socializar?
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El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)
RomanceTras la reciente ruptura, Haden Desmond Huggle y Hanna Crawford experimentan el amargo sabor de la separación. Hanna es una mujer veinteañera que ha lidiado con insuficiencia cardiaca desde los 15 años; un marcapasos aguarda en su pecho controlando...