Capítulo 28: Te escribo porque no puedo decirlo de frente.

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Desmond estaba desecho

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Desmond estaba desecho. Su cuerpo entero olía a penas, su rostro era un asco pues no había seguido las recomendaciones de Hanna y se había acostado, así como había caído a la cama, con la misma ropa olorosa y la cruda encima. Su cabello era un desastre. Sus ojos apenas podían abrirse sin sentir una punzada en el puente de la nariz y sus piernas le exigían descanso. Aun así, se puso de pie.

Su cabeza palpitaba, parecía tener vida propia; uno, dos, tres veces se presionó las sienes para disipar el dolor más no fue suficiente. Una pastilla y un vaso de agua fueron la solución ¿Qué había hecho para ponerse tan ebrio?

Su apartamento era un asco ¿Cómo había dejado que eso pasara? Su cabeza daba vueltas, no recordaba haber bebido tanto, mucho menos haber acarreado con aquel lugar para que se encontrara en tal estado. ¿Qué había pasado?

La puerta sonó con insistencia y Desmond lamentó de nuevo. Debía ser un mal chiste, nadie nunca lo visitaba, en cambio ese día que se encontraba tan fastidiado ahí estaban, tocando la puerta. Mataría a quien fuese que estuviese interrumpiendo su mala mañana.

Sus pasos se movieron con pesadez, sus manos tomaron la perilla con pereza. La puerta sonó de nuevo.

—¡Hombre que pesado! Ya voy...— Sus rostros se toparon unos segundos. Esa mañana no podía ser peor.

Cristóbal lo esperaba de pie con una sonrisa y una olla entre sus manos. El moretón en su ojo empezaba a perder color... quizá había ido a que lo pusiera morado de nuevo.

—Traje sopa—anunció su hermano invadiendo su espacio y entrando al apartamento con su naturalidad de siempre— ¡Dios que desastre! después de que recojas este basurero caliéntala por diez minutos y estará lista—Lo observó, el escuchaba con odio sus indicaciones— luego de comer ve al trabajo, Bruno fue a buscarte esta mañana, dijo algo sobre que empezabas a mostrar tu verdadera cara. Le dije que solo estabas tomándote un descanso... ¡Oh! Casi lo olvido, llama a mamá, está muy preocupada. — Cristóbal olió en el aire un mal aroma y después lo miro con una mueca—... ¿Quieres que caliente la sopa por ti? ... me parece que necesitas darte un baño.

—¿Por qué has venido? —dijo pasando de largo hacia el baño. Cristóbal iba a contestar más él no le dio tiempo, no tenía ganas de lidiar con él, no ese día con tremenda cruda encima— Deja la sopa y lárgate.

Des tomó una ducha rápida esperando que al salir Cristóbal se hubiese ido como había pedido. Con sus manos alivió el dolor de su cuerpo, quitó el sudor acumulado en su frente y peino su cabello como mejor se acomodó. Cuando salió el canturreo de su hermano lo irritó de sobre manera, tarareaba una canción famosilla en la radio, muy pegajosa, sosa como el mismo. ¿Cómo se atrevía a visitarlo como si nada?

—Quita eso Cris ¿No te dije que te fueras? — el chico no lo escucho, siguió moviéndose al ritmo de la canción—¿Me estas escuchando? —regañó. Él estaba perdido en la letra que tarareaba, fascinado con las notas altas. Imitaba con sus manos las ondas que se suponía eran sus mejores pasos de baile— Cristóbal.... Lárgate de una vez—él no hizo amago de moverse, estaba hipnotizado— ¡Cristóbal! —el chico se giró con una sonrisa, su alegría se borró al verlo tan enojado.

El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora