Capítulo 4: Dolor de cabeza.

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Después de la acalorada conversación en la cena, sucedió algo que rara vez ocurría; su padre llevó al señor Huggle a su despacho alargando la visita

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Después de la acalorada conversación en la cena, sucedió algo que rara vez ocurría; su padre llevó al señor Huggle a su despacho alargando la visita. Ella juraba que su madre iba a alegar que era muy tarde con tal de que se fueran y poder descansar ¡Pero eso no ocurrió!

La señora Margaret estaba tan encantada con esa familia que fue flexible con los caballeros, alentándolos si querían, a pasar la velada entera dedicándole tiempo al trabajo.

—Hanna, querida, porque no llevas a los chicos a conversar a la sala de tv—la madre ya estaba más que conforme con esa visita. Un joven encantador adorando a su hija de esa manera era algo que no podría desaprovechar.

—Claro...—dijo no muy conforme—¿Me siguen caballeros? —Los dos caminaron en silencio siguiéndole el paso a Hanna, quien jugaba nerviosa con sus dedos.

¿De que hablaría con ellos?

Aquella parte de la casa era una de sus favoritas; ocultaba los libros que tanto le gustaban y las películas reservadas y categorizadas por ella y su mejor amiga. Nadie más entraba. Tenerlos en esa área de su casa no le agrado para nada, pero... ¿Qué más podría hacer? Pensó soltando un suspiro.

Era una situación incómoda; esperaba poder encontrar un tema de interés común...

—Y dime Hanna... ¿Qué es lo que una chica tan linda como tú hace para tener a un padre tan orgulloso? —dijo Cristóbal cruzando la puerta. Su voz era tan encantadora que daban ganas de sonreír al escucharla— Si me das de tus consejos apuesto a que mi padre podría llegar a tener tal admiración de mí.

—Estudio Finanzas, eso parece tenerlo contento... al menos la mayor parte del tiempo. Pero no es como crees, esa admiración no fue siempre tal como lo expresa —la curiosidad en el rostro de Cristóbal la alentó a contarle sus razones— No era mi primera opción.

—Sé cómo se siente eso—confesó— ¿Por qué cediste?

—Con el tiempo descubrí que los números se me dan casi tanto como recibir a los socios de mi padre y tampoco es que pudiera rechazar la jugosa oferta de mejorar mi futuro —eso ultimo lo dijo con sorna— ... ahora es algo que me gusta hacer.

—Vaya... ¿te parece si dejamos las formalidades?—la simpleza de Cristóbal le causo una carcajada.

—Me parece perfecto —sonrió de vuelta.

—En la cena me pareció que en serio te admiraba...tu padre quiero decir, no sabía que había decidido por ti...

— Oh... no fue una decisión que tomo por mí, simplemente me di cuenta que estaba renegando a la idea porque... no quiero trabajar para el en su empresa cuando se dé el momento. Terminé dándome cuenta que no valía la pena elegir otra opción debido a ello.

—Que desperdicio —murmuró Des en el fondo.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —preguntó Cristóbal ignorando lo que su hermano había dicho.

El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora