Capítulo 1: Las cenizas

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Extrañar alguien es la peor situación de todas; está por debajo de perder a alguien y justo encima de quedarse atascado en el tráfico. Si pudiera compararlo con algo, lo compararía con la pereza de subir las escaleras dos veces cuando olvido las llaves del coche en el departamento; con la diferencia de que hay de por medio mucha desesperación y poca prisa. Porque extrañar es lento, muy lento, y cuando más piensas, más cuesta despegarse del recuerdo.

No hay sentimiento más exasperante que el de añorar algo que ya no tienes. No sé si es el ego o la necesidad de restablecer la normalidad, pero siempre que pienso en ella pierdo horas. Cada vez que intento ser productivo, su recuerdo me interrumpe, y no conforme con quitarme el tiempo también me sofoca.

Es ese el verdadero problema de extrañarla; puedo pasar horas haciéndolo, pero mientras la recuerdo me entra en el cuerpo un vacío desgarrador que me obliga a buscarla. Por eso estoy aquí sentado esperando a que pase. Para verla aunque sea unos segundos.

(...)

Haden se encontraba en la esquina de la calle Florencia; el lugar en donde el destino había decidido hacer de las suyas.

La esperaba impaciente ... ¿Por qué está tardando tanto? Su reloj contaba cada minuto.

Ella pasaba puntual cada mañana desde que la había conocido, sin embargo, ese día... ese día que él se encontraba de tan malos ánimos y con el ego destruido por completo; ese día que deseaba con todo su cuerpo verla, aunque ella no le dirigiese palabra alguna ¡Se decidía por retrasarse unos minutos!

Como si contase con todo el tiempo del mundo... ¡Apenas puedo un respiro de todos los pendientes en la oficina!

La verdad era que...así se tardara dos horas en cruzar la calle, él se quedaría a esperarla. Matando el tiempo en una u otra cosa con tal de verla; observando los arbustos y el camino de piedra sin mucho interés; gruñéndole a cada grieta grotesca en el asfalto de la banqueta ¡Que dolor de cabeza le daban esas líneas!

El aire le recorría los dedos... ¿Por qué ahora el viento se siente distinto?

La brisa le endureció el rostro; sus mejillas tiesas hacían ver a su semblante más rígido de lo normal. Las gotas de una apenas perceptible llovizna regaba su frente... con lo mucho que odio la lluvia... ¿Qué estoy pagando?

La alarma de su celular retumbo marcando la hora límite para su partida; ella no había aparecido todavía y en el trabajo nada iba bien como para darse el lujo de esperarla más, pero... con el deseo de presenciar su caminar se quedó.

Cinco minutos. Se dijo convencido, consciente de que no eran más que falsas esperanzas.

Fue en un momento de desesperación; cuando se levantó dispuesto a irse, que la vio. Tan particular como la primera vez que la observó caminar por ese rumbo.

El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora